—¿The Brothers, la constructora? —pregunta Adán, con el ceño fruncido, observándome como si hubiese pronunciado un idioma desconocido—. ¿Conoces a los dueños?
—Te sorprenderías, Adán. —respondo con calma, apartando su mano de mi brazo con un gesto firme y elegante. No cedo a su contacto, no cedo a su insistencia. Vuelvo a la sala y me siento junto a Nikolaus, cuya mirada azul me envuelve como un refugio cálido entre tantas hostilidades—. Adric, ganamos el proyecto.
—Felicidades, cariño. —susurra él, llevando mi mano a sus labios y depositando un beso que me enciende la piel—. Lo celebraremos.
El aire en la sala es denso, pesado, como si se hubiese cargado de electricidad.
—Creo que el ambiente está intenso, Keleer. —digo a mi abogado, sin apartar la vista de los presentes—. ¿Qué sucedió?
—El señor Hoffman ha solicitado una auditoría. —responde con tono grave—. Hay fondos de la empresa que no aparecen, y todo indica que no corresponden ni a nómina ni a inversiones legítimas.
—¿A cuánto