Eva interviene, y al pronunciar su nombre, siento cómo mi mundo se desmorona aún más.
—Él buscaba realizar una alianza estratégica entre nuestras empresas y quería ver al CEO. —sus palabras suenan firmes, pero hay un brillo especial en sus ojos al mirarlo a él, a Hoffman, el brillo con el que alguna vez me observó a mí y que ahora me rechaza, me aparta, me condena al destierro de su vida—. No sabía que era yo a quién vería, evidentemente.
De pronto, el niño —ese niño que la llama “mami”, que corre a los brazos de otro hombre— me observa con curiosidad y su voz inocente hiere más que cualquier sentencia.
—Todos saben que mami trabaja aquí, ¿Por qué él no?
Por un instante, contra toda lógica, sonrío al escucharlo hablar. Ese pequeño, con su inocencia, con su parecido… por un segundo me deja entrever lo que pudo haber sido mi vida junto a Eva, lo que me arrebaté con mis propias manos.
—Él no es de aquí, Niklaus. —responde Eva con dulzura maternal, esa dulzura que una vez fue mía.
Ella vu