Nikolaus Hoffman
La contemplo descansar sobre mi pecho y siento que la vida entera me sonríe. Cada respiración suya, cada pequeño movimiento, me recuerda lo afortunado que soy. La tengo entre mis brazos, entregada al sueño, y no puedo evitar pensar que este instante es un regalo que no merezco, pero que guardo con fiereza en lo más profundo de mi ser.
Mi mente viaja inevitablemente al pasado… aquel día en que la vi rota, deshecha por la inminente pérdida de su abuelo y por la noticia que transformó su vida: su embarazo.
Nunca olvidaré su mirada entonces, la mezcla de miedo, soledad y dignidad quebrada. Y si alguien me hubiese dicho que, cinco años después, esa misma mujer aceptaría ser mi esposa, probablemente me habría reído en su cara. No porque yo no lo deseara, sino porque ella siempre orbitó alrededor de un solo nombre: Adán.
El solo recordarlo hace que mi sangre hierva y que mi corazón se acelere con furia. De él solo guardo la sombra que nos obligó a huir, a reconstruir desde c