Una lágrima surca mi mejilla y la limpio antes de que Keleer lo note. El tráfico pesado de la ciudad me concede el tiempo justo para dejar vagar la mente, para recordar viejas situaciones que ya no merecen un lugar en mi presente.
Aprovecho esos minutos para llamar a Sophie y preguntar por mi hijo. Por razones obvias no viaja conmigo ahora, pero su voz al otro lado de la llamada me calma, me devuelve un poco de esa paz que necesito.
Al fin llegamos.
Los hermanos me esperan y el corazón me late fuerte: también iniciaremos este nuevo proyecto de la constructora, y lo mejor es que, esta vez, cuento con el capital para financiarlo.
—Quiero conocer todo el lugar —susurro, incapaz de contener la emoción.
—Primero la oficina —responden ambos al unísono, casi como si hubieran ensayado.
Yo hubiera preferido comenzar por las bodegas, recorrer los pisos de abajo, tocar con mis propias manos los cimientos de esta nueva vida. Pero no, subimos directamente desde la recepción hasta el último piso. N