Nikolaus Hoffman.
Beso su frente y salgo de la casa. Un mal presentimiento me acompaña desde la mañana, desde que la vi sentarse a desayunar conmigo.
—¿Estás segura de que estarás bien? —pregunto, sin saber ya cuántas veces he formulado la misma pregunta—. En verdad puedo quedarme.
—No detendrás tu vida por mí, Hoffman. Ve, volverás dentro de un par de días —responde con un tono suave y una sonrisa que ilumina su rostro.
Muchas veces me dije a mí mismo que Eva es una muñeca, una mujer hermosa… pero eso fue antes de ver ese brillo en sus ojos. Ahora se me presenta como toda una diosa. La seguridad que irradia, y todo lo que ha logrado desde que llegamos aquí, me conmueven profundamente.
Me dirijo rápidamente al aeropuerto. Cuanto antes resuelva lo que debo con mis padres y mi abuelo, antes volveré a su lado.
Kuno me alcanza en el avión.
—Hola, hermano —saluda, golpeando levemente mi espalda.
—Pensé que no vendrías.
—Pensé que traerías a Eva contigo. ¿No crees que es hora de que conozca