Eva Davies
Tal como lo imaginaba, no permiten que Sophie permanezca conmigo en la sala de parto. Y, sin embargo, siempre he estado sola… desde que tengo memoria me han rechazado.
Debo ser fuerte. Debo demostrarme que puedo. Mi bebé merece una madre que no tema la soledad y que se mantenga erguida ante cualquier adversidad.
Varias enfermeras me acompañan durante todo el proceso. Llego al hospital con seis centímetros de dilatación; mi hijo estuvo a punto de nacer en el maldito auto. Esperar una ambulancia habría sido imposible.
El dolor es insoportable. Por un momento, casi me llevan a una cesárea de urgencia cuando casi pierdo el conocimiento. Pero todo desaparece… todo… cuando lo escucho por primera vez. Cuando me lo entregan.
—Es un niño —anuncia el obstetra con una sonrisa—. Un niño sano.
No es mi doctora quien lo trae al mundo, pero estaré siempre agradecida con este médico que me habla con aliento en cada instante.
Mi pequeño… tiene mi cabello.
Sonrío.
—Te llevaremos a una habitac