—Marcus Royce está siendo investigado por complicidad en el robo de los quinientos millones. Si alguno de ustedes decide marcharse con él y revelar los procedimientos internos de Empresas Hoffman, será considerado cómplice, y no dudaré en dejarlos sin nada. —mi voz retumba, grave, cargada de amenaza—. Mi padre podrá ser benévolo en su mandato, pero yo no levanté el mejor bufete de abogados de la nada por compasión.
Los hombres se miran entre sí, el miedo en sus ojos es evidente.
—¿Estamos de acuerdo? —pregunto, molesto.
Asienten al unísono, aterrados por mis represalias.
—Hijo… —susurra papá, pero no le concedo ni una mirada.
—La reunión termina aquí. Los citaré dentro de tres meses exactos. Ese día les presentaré los porcentajes de rendimiento de la empresa. ¿De acuerdo?
Todos vuelven a asentir, sin atreverse a replicar.
—¿Alguno desea dimitir? —los reto con la mirada.
Niegan de inmediato.
—Perfecto. Nos vemos entonces.
Mientras abandono la sala, escucho susurros venenosos: llaman a