“Se busca una esposa para príncipe”, así lo anunció la corona, en últimas instancias para doblegar la voluntad un hombre rebelde que no quiere cumplir con las funciones que su título amerita, porque Farid Sabagh era todo lo que el reino de Angkor NO esperaba de un príncipe. Alana Bozkurt es una mujer valiente cuyo objetivo, es salvar a su pueblo arruinado, y en un acto atrevido, su voz por fin logra ser escuchada por el dueño y señor, de la voluntad de su destino y el de su país… Sin embargo, su apellido es simplemente una maldición que la acompañará hasta últimas instancias, y todo esto, para arruinar todas sus esperanzas… Ella podría ser la candidata perfecta para el príncipe, pero, es una mujer prohibida para el reino…
Leer másNOTA. Esta historia es la continuación de la saga “Reinos” si usted no ha leído las historias anteriores, le recomiendo hacerlo antes de comenzar con esta, aunque se puede leer por separado como Kader, usted entenderá más la trama si conecta los libros desde el principio. Amor real, Conquista Real, Kader, y este último. Una esposa para el príncipe.
Tiempo actual.
Farid.
EL ALBOROTO.
Leer la historia de mi nación era como sentir una sensación refrescante cada vez que venía a este lugar, donde podía liberar un poco el estrés de mis hombros e ir a los acontecimientos de mis abuelos y muchas generaciones atrás.
Porque, allí se contaba una historia que siempre había marcado mi corazón, a pesar de ser como yo era, y de no creer que actualmente esto pasara de nuevo.
Kalil Sabagh y Saravi Eljal habían sido los reyes más ejemplares que Angkor había tenido nunca. Y eso me enorgullecía sobremanera. Muchas generaciones pasaron después de ellos, sin embargo, la marca que había dejado aquella monarquía se podía respirar aun en estos tiempos actuales.
Después de varios siglos, Angkor todavía sostenía una monarquía de la que actualmente mi padre era el rey, así que el apellido Sabagh se mantenía vigente. Remuel Sabagh, mi padre, estaba llegando al fin de su corona, situación que hacía un tiempo me ponía los nervios de punta.
Sabía que este era mi propósito, entendía que había nacido para ello igual que mis antepasados. Pero, la sensación de inseguridad y miedo hacían mella cada día en mí.
Los reyes pasados, incluso mi padre, fueron ejemplos de gobierno, fueron intachables en todo momento. Pero la palabra —irreprensible— no figuraba en mí si era sincero conmigo mismo. A mis 31 años ya había dado más guerras familiares de las que Angkor tuvo en toda su historia, por lo tanto, más que cualquier persona, yo mismo dudaba de mi forma de gobernar.
Pero eso no se lo demostraba a nadie.
No podía negarlo, era terco, engreído y un poco arrogante. Bastante complejo y muy escéptico a casi todas las cosas.
Así que no tendrían a un rey fácil. No está vez…
Resoplé un poco por el vidrio mientras divisaba el paisaje. Comparado con las pinturas antiguas, Angkor ya no era la misma. Su crecimiento fue acelerado y brusco desde el reinado que las páginas de los libros y la misma red de internet me mostraban, ahora podía ver un país, nuevo y muy desarrollado. Una potencia como ninguna otra. Y yo estaba más que feliz por eso.
—Señor… el auto lo espera —me informó el general que me acompañaría a mi primera reunión.
Mi padre me había enviado a la reunión que se solían hacer cada mes.
Akram.
Así se llamaba la unión de naciones que ahora se había hecho obligatoria en todos los territorios para mantener la paz, las alianzas y la resolución de muchos problemas que llegaban a diario de las fronteras.
Así que esta era mi primera presentación, y muy esperada. Muchos buitres y personas interesadas querían llegar a mí para seguir manteniendo sus riquezas. No lo decía por engreído, aunque podía presumir. La situación era que Angkor estaba en la cima de las naciones más ricas y poderosas que existían dentro de esta comunidad.
—Que le vaya muy bien, señor —agregó un mayordomo abriendo mi puerta mientras me acerqué al auto.
Asentí hacia él y luego el general ingresó conmigo en el asiento trasero.
Toqueteé la puerta con mis dedos a la vez que pensaba en el discurso que debía dar, tal como mi padre lo había indicado.
—¿Nervioso? —preguntó Abud, a mi lado, él más que nadie sabía que podía preguntarme cualquier cosa, no tenía otra mano derecha más leal. Y lo sabía.
No lo observé, pero respondí de inmediato.
—Para nada. Voy por satisfacer a mi padre, a mi parecer esas reuniones son una pérdida de tiempo…
—Angkor estuvo a salvo gracias a esas alianzas, mi señor.
—Conozco la historia —le corté. Tenía confianza con Abud, pero eso no impedía que fuese un poco pedante con él.
—Eso me alegra y me alivia a la vez, no quisiera correr peligro en su reinado —dijo en tono de burla, entonces asomé una sonrisa sarcástica en su dirección.
Llegamos en el transcurso de veinte minutos. Angkor contaba con un edificio diseñado para esta reunión, muy cómodo y acondicionado para que varios huéspedes se quedaran cerca.
Cuando llegamos al recinto, fui recibido de una forma apabullante por la prensa. Muchos se arremolinaron a mi lugar mientras Abud y otros del personal de seguridad trataban de separar un poco la distancia que debían tener para conmigo. A pesar de que muchos hombres y reporteros hicieron preguntas hacia mí, no contesté a ninguna de ellas.
Estaba harto de las revistas, la cotillera y todos los artículos que sacaban de mi persona.
Me pasaron al salón de reuniones de inmediato, guardé mi móvil en el traje y procedí a sentarme. Muchos habían llegado, así que no esperaría para comenzar esta reunión.
Las presentaciones comenzaron por parte de mi general, y uno a uno fui dando la mano, repitiendo mi nombre infinidad de veces. Felicitaciones, agradecimientos y saludos a mi familia fueron parte de las palabras que recibí, y cuando pensé que esto no acabaría, un hombre anunció que iniciaríamos la reunión.
Respiré aliviado.
—Bienvenidos, sean todos, pónganse cómodos porque esta será una reunión larga.
Por supuesto, mi aliento salió después de la última palabra dicha.
La situación comenzó, muchos colocaron sobre la mesa algunos problemas sobre los materiales que salieron defectuosos. Ellos habían sido donados para algunos puentes que conectaban varias fronteras, me había enterado de ello hace algunos días.
Uno a uno hablaba sobre sus diferencias, muy pocos daban aportes, y varios solo daban quejas sobre su situación actual. Miré a mi oficial que estaba a mi lado y él me envió una sonrisa sabiendo lo que pensaba de todo esto.
Estaba a punto de intervenir, si seguíamos bajo este paso llegaría la noche y no terminaríamos nunca. Sin embargo, un portazo más una voz bastante forzada llegó a mis oídos y al de todos los presentes procediendo a un silencio que dominó el momento.
—¡Tienen que dejarme entrar! ¡Es suficiente!
Me levanté de golpe, pero no podía ver de quién se trataba la interrupción. Así como yo, todos en la mesa extensa se levantaron para saber qué sucedía.
—¡Mi nación ya no lo soporta más, son años… generaciones de hambre y miseria!, no pueden seguir con esta crueldad, ¡no pueden!
Los sonidos de asombro se esparcieron hasta llegar a mí. Así que giré hacia el general y él se adelantó para tranquilizar a los presentes. Después de todos estábamos en mi nación y la seguridad de todos y de lo que estaba sucediendo era mi responsabilidad.
—Por favor, tomen asiento —iba diciendo Abud caminando, mientras yo seguía de pie.
—¡No! ¡No me iré! ¡No, hasta que me escuchen!
—¡Debe salir ahora, señorita! —escuché como la voz de Abud se intensificó.
—Abud… —intervine con el ceño fruncido, porque escuchaba a una mujer, y algo me dijo que debía intervenir. Después de todo, debía ser diplomático.
Entonces, cuando todos decidieron sentarse, pude ver que al final estaba la dueña de la voz que había irrumpido con la reunión.
Allí estaba una chica, una chica joven, vestida de forma muy sencilla, y muy pelirroja. Pero no fue hasta que esa mirada rabiosa, cargada de adrenalina y agitada, se posicionó en mí, hasta el punto en que mi cuerpo reaccionó como una bomba, pidiéndome a gritos que frenara esta situación o me arrepentiría para toda la vida…
—¿Quién es usted? —mis palabras fueron duras, con toda la intensión de amedrentarla—. ¿Cuál es su nombre?
—Mi nombre no es importante —ella desafió—. Pero mi país Yomal, si lo es, y sufre mucho…
Chicas lindas, después de tanto tiempo, he culminado esta saga de REINOS que había aplazado por tanto tiempo. Nuevamente, terminamos una historia con su acompañamiento y apoyo, y no me queda nada más que agradecer por su cariño tan bonito, y todos los comentarios que recibí de su parte. Las quiero mucho, ustedes ya lo saben, espero seguir leyéndolas en mis próximos proyectos, porque no saben lo bien que se siente cada palabra que ustedes escriben para cada uno de mis personajes. No habría nada de esto sin su apoyo y sin más que decir, les envío un gran abrazo. Me encuentran en la camarita como majonissi Majo.
Alana.BODA.—¡Sí, acepto! —ambos dijimos al unísono, y no pude evitar sonreír cuando Farid me besó, aún y cuando el clérigo encargado de casarnos, no nos había dicho que nos uniéramos al beso.Las manos de Farid acunaron mi rostro y su boca saboreó mis labios sin importar que una multitud nos estaba observando. Su lengua tocaba la mía con suavidad, al mismo que tiempo que el gesto me hacía promesas inimaginables.La gente se puso eufórica en el instante mientras la capilla repleta se inundaba de aplausos ante el evento.Y cuando nos despegamos, noté que mi padre desde los primeros puestos junto a Omar se unía a la ovación de la gente.También pasé la vista hacia mi amiga Abigail, que era mi dama de honor, y luego sonreí a la reina que estaba sentada en la silla de la realeza.Mi corazón latía con fuerza cuando el sacerdote dijo las palabras y luego, a diferencia de cualquier boda en el mundo, comenzó la coronación.Farid ya tenía su corona en la cabeza, pero él me llevó de la mano, m
Alana.PEDIDA DE MANO.La reunión había demorado más de lo planeada, y aunque pensé que eso sería razón suficiente para que Farid desistiera de su idea, ahora mismo estábamos pasando el puente improvisado por debajo de los muros, mientras una caravana de escoltas y guardias, nos seguían el paso.Me mordía la boca por dentro y solo imaginaba escenarios. Pero de cierta forma también rezaba, porque mi padre, que se destacaba por ser tosco e imprudente, en muchas ocasiones, mantuviera la compostura frente a Farid.Sin embargo, era el rey de Angkor el que estaría delante de él, ¿no? Era casi obligatorio que debía portarse a la altura.De un momento a otro, y entre mis pensamientos, sentí cómo la mano de Farid envolvió la mía, haciéndome girar hacia él.—Tienes las manos heladas… —Sentí un poco de pena para con él, pero afirmé.—Creo que estoy muy asustada… —Farid me sonrió, y como costumbre suya, besó el dorso de mi mano.—¿Cuál es la razón?—Mi padre, por supuesto… a veces es…—¿Y tienes
Alana.REGRESO A ÉL.Estaba tronando mis dedos en este momento, mientras me obligué a caminar en este pequeño despacho para drenar mis nervios.Había pasado mucho para mí, aunque el resumen era de días desde que su mirada se posó en mí por última vez, y aunque había pensado de mil formas entrar de nuevo a Angkor, no había otra que esta para empezar de cero, y que a la vez me tenía aquí como unan niña de 5 años mientras me temblaba todo el cuerpo. Tenía un vestido sencillo ahora, unas sandalias altas y el cabello que fue arreglado por Abigail, y la que también había hecho mi maquillaje. Había quedado conforme con mi apariencia, pero era lo que menos me importaba ahora.Después de que le di la nota Samir y él me aseguró entregársela a Farid, me pasó a este despacho y me reí negando, y sabiendo a la vez que todo estaba iniciando como la primera vez.Sin embargo, ahora era todo diferente, y ya no quería ni una sola mentira entre nosotros.Me giré de golpe cuando escuché que la puerta se
FARID. AKRAM. Colgué la llamada y dejé el teléfono sobre la mesa, para recostarme en el asiento y apretar los ojos. Eran los ocho de la noche y aún tenía mucho por hacer, pero cuando mi madre entró en el despacho, supe que por ahora estaba finalizado el trabajo. —Si no vengo… te quedarás aquí hasta media noche, tal y como lo ha hecho todos estos días desde que Alana se fue… —tomé un suspiro y sonreí de medio lado. —Prefiero mantener mi cabeza ocupada. —Pero no así, además, llegará en cualquier momento… y este tiempo separados, les ayudará a valorarse más… —Asentí y luego me puse de pie. —Tu siempre tan sabia. —No siempre… Me acerqué a ella y pasé el brazo sobre sus hombres mientras caminamos rumbo a la salida. Remuel estaba de viaje, por petición de mi madre. Después de todo el lío que se suscitó entre ambos, y que me negué a dirigirle la palabra, estaba replanteando su vida, ahora que no lo tomaba en cuenta ni siquiera para elegir una cena en el palacio. Badra le aconsejó t
Alana.PAPÁ.Unos días después estaba caminando lento, mientras Abigail tomaba mi brazo para llegar hasta un auto que había sido preparado para mi salida.Eran las once de la mañana, estaba haciendo frío, pero entre las nubes, se podía ver y sentir la calidez del sol.Farid no estaba conmigo en este momento. Había estado desde tempranas horas en la clínica con su madre, y se había despedido de manera informal, como quien no quería decir adiós.Aún no sabía cuánto tiempo iba a pasar desde que regresara o no, pero entendía su cara dura, y su manera voluble de venir a decirme que tomara el tiempo que necesitara.No pudimos darnos un abrazo o un beso, porque Badra estuvo como una sombra, y solo nuestras miradas, inspiraron en el otro lo que nos consumía por dentro.Entramos al auto, y noté como Samir era quien estaba a cargo de nuestra salida.Después de estos días habían colocado un puente provisional entre las dos fronteras, y a estas alturas, los autos y todo tipo de transporte liviano
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