—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Ethan, sorprendido al ver a Mateo en su casa y, peor aún, sentado junto a su mujer.
—Mateo me encontró justo cuando salía de la clínica —se apresuró a responder Jazmín,—. Me hizo el favor de traerme con Oliver, ya que nunca respondiste mis mensajes ni mis llamadas. ¿Dónde estabas? —añadió con un dejo de reproche en su voz, mirándolo fijamente.
Mateo, incómodo por la situación, se incorporó del asiento y dejó la taza sobre la mesa. Ethan permaneció en silencio, sosteniendo la mirada de la pelicastaña.
—Gracias por el café, Jazmín. Creo que se me ha hecho un poco tarde —dijo él, mirando su reloj e intentando aligerar la tensión entre ellos.
Ethan se hizo a un lado, le posó la mano en el hombro y murmuró:
—Gracias por traerlos a casa.
—No fue nada. —contestó Mateo— despídeme de Oliver.
Apenas Mateo cruzó la sala, Jazmín, con los brazos cruzados, lo miró fijamente, esperando una respuesta convincente.
—¿Y bien? —insistió, con frustración—. Estoy e