Ethan despertó sobresaltado, pensando que ya había amanecido. Se sentó en la cama y miró su reloj. Eran poco más de las 7 de la noche. Se incorporó lentamente en la cama frotando sus ojos y su rostro. Luego se levantó, pasó las manos por su cabello semi alborotado y fue directamente a la habitación de su hijo.
—¿Cómo sigue? —preguntó entonces.
—Aún no despierta, en unos minutos le toca el segundo biberón. Definitivamente necesitaba sentirse bien alimentado.
El pelirrubio asintió ligeramente con la cabeza.
—Puede ir a descansar, Tatiana. Yo me ocupo de Oliver.
—Sí, señor. —Giró sobre sus pies para retirarse, y nuevamente se devolvió.— Disculpe que lo incomode otra vez, pero recuerda la conversación que tuvimos temprano.
Ethan frunció el entrecejo, en ese momento no tenía cabeza para recordar cosas que no estuvieran ligadas directamente con su hijo.
—¡No! ¿A qué se refiere? —cuestionó.
—Olvídelo, no hay problema señor. Con su permiso. —dio la vuelta y se dispuso a salir cu