Una vez que Ethan logró resolver la situación de su hijo, regresó a la mansión, usando sus influencias logró contactar una clínica donde le suministrarían semanalmente el alimento para su pequeño.
—Soledad, ocúpese de mantener bien refrigerada la leche.
—Sí, señor.
El pelirrubio subió las escaleras dando pasos pesados, fue hasta la habitación y encontró a Tatiana sentada en el sofá, atenta al pequeño. Aún así no quería echarse para atrás y parecer un endeble. Estaba acostumbrado a tomar una decisión y no echar para atrás nunca. ¿Terquedad u orgullo?
Cualquiera de las dos, no sólo definían su carácter sino que además le habían propiciado el éxito que hasta ahora tenía en los negocios.
La morena se incorporó al verlo entrar.
—Señor. —dijo con respeto hacia él.
Ethan se acercó a la cuna y lo miró con ternura, aún estaba dormido. En ese momento, despertó y comenzó a llorar buscando sus manitas para llevárselas a la boca.
—Vaya a la cocina, prepare el biberón con la leche ma