Punto de vista Madison
El sexto día llegó, maldito día que temí enfrentar, pues marcaba el fin definitivo de mis esperanzas con Maximiliano. Aquella mañana, el embarazo me cobraba sus deudas con mi cuerpo: mareos, náuseas, un torbellino de hormonas desatadas. Era un día desdichado.
En la mansión, los recuerdos asaltaban mi mente sin piedad. Desde la primera noche que pisé ese hogar hasta el último día que lo abandonamos en desbandada, cada momento estaba impregnado con la presencia de Maximiliano. ¡Dios, dame fuerzas! El dolor y la impotencia me abrumaban al no tenerlo a mi lado.
Aun así, me quedaban apenas dos días para que él, al menos, diera alguna señal antes de que los médicos decidieran desconectarlo del soporte vital.
Respiré hondo y abandoné la mansión, dirigiéndome hacia el hospital. Aunque todos estaban pendientes de la situación de Maximiliano, me obstiné en buscar la soledad, ya que solo podía compartir mis sentimientos conmigo misma sin él a mi lado.
Al entrar en la habi