Un peso que cargar.

Vanya levantó el mentón, el hombre frente a ella la miró fijamente, como si quisiera arrancar de su rostro los pensamientos, tenía unos ojos azules que le sorprendieron de momento y se vio obligada a apartarle la mirada.

—¿Esto es por mi padre? —se atrevió a preguntar y el hombre respiró profundo —pues no sé nada de él, ya le dije todo a la policía cuando los laboratorios donde él trabajaba se desmantelaron por hacer experimentos con humanos y personas de tu especie.

El hombre chasqueó la lengua, se puso de pie y caminó por la habitación, traía una chaqueta de cuero ajustada que dejaba ver su ancha espalda y cuando llegó a la pequeña ventana se quedó mirando hacia afuera, hacia el cielo, luego volteó a mirar a Vanya que lo observaba detenidamente.

—A tu cuenta de ahorros llegan constantemente pagos misteriosos provenientes de diferentes lugares de la ciudad —le dijo él —es nuestra investigación hemos descubierto que no haces ningún otro tipo de trabajo aparte de la cantina en donde sirves tragos en las noches, así que dime, ¿De dónde más van a venir esos pagos si no de tu padre? 

Vanya agarró la dura almohada y la abrazó, y se sintió de repente terriblemente observada, ¿Cuánto tiempo llevarían estudiándola? Se preguntó.

—Si saben eso, entonces deberían de saber que no he tocado ni un solo centavo de eso —el hombre caminó hacia ella y Vanya quiso alejarse más, pero la pared era el límite. 

—Dime la verdad, ¿Dónde está tu papá? —le preguntó inclinándose sobre la cama y Vanya sintió el aliento del hombre, olía a café y al cuero de la chaqueta. Vanya negó, pero él se inclinó más.

—Aléjate de mí, pulgoso —le dijo ella y notó como la pálida piel de las mejillas del hombre se enrojecieron de la rabia.

—Dime pulgoso una vez más y…

—Pulgoso —le repitió ella retadora y él levantó la mano para abofetearla, pero se detuvo a medio camino, luego apretó el puño y lo descargó con rabia hacia ella. 

Vanya cerró los ojos, no sería la primera vez que recibía un golpe de un hombre, pero un sonido a su lado y la vibración de la cama le hicieron abrirlos de nuevo. 

El hombre había golpeado la pared de concreto a su lado y varios trozos de cemento se habían desprendido y caído a la cama.

—Esto no es un juego, niña, hay personas de mi manada desaparecidas y necesitamos recuperarlas antes de que tu padre las diseque como ranas de laboratorio —le dijo él con rabia y Vanya le miró el puño cuando lo retiró de la pared, la piel estaba intacta y varios trozos más del concreto cayeron.

—Primero, no soy una niña —le dijo, era muy claro que el hombre era de un temperamento fuerte y Vanya había aprendido en su carrera de policía que en una situación como esa tenía que conservar la calma, ser obediente y nunca hacer enojar a su captor, así que respiró profundo —siento haberte dicho pulgoso —le dijo, pero él no pareció satisfecho, seguía con las mejillas rojas y ni pestañeó ante su disculpa ¿Quién se creía? —no sé nada de papá, perdí contacto con él desde que los laboratorios Jábico fueron disueltos por la noticia sobre que experimentaban con… con ustedes —el hombre se alejó de ella abruptamente y Vanya sintió como se fue el calor con él.

—Pues no estoy tan seguro —le dijo y se pasó los dedos por el cabello rubio, era un poco lacio y ondulado en las puntas y Vanya pensó que sería muy suave al tacto.

—Si no me cree entonces ya es su problema —le contestó ella y comenzó a quitar los fragmentos de concreto de la cama, luego lo miró y él blanqueó los ojos.

—Deja de mirarme así —ella le apartó la mirada.

—Es que nunca había conocido a un hombre lobo —él se rió.

—Eres tan ciega, todos los humanos lo son, somos millones, niña, millones. La vendedora de tu tienda favorita, el anciano del parque, tu doctor podría ser un vampiro de raza baja, pero los humanos no ven más allá de su propia arrogancia.

Vanya de verdad quería contestarle muchas cosas, pero ella era la secuestrada y él el secuestrador, no tenía más opción que esperar a que todo saliera bien o que cuando notaran su ausencia en clase se pusieran manos a la obra para encontrarla, o en su defecto, que su mismo padre la sacara de ahí, cosa que no la convenció del todo.

El hombre se alejó hacia la puerta de metal y metió una bandeja de comida caliente y en ese instante Vanya sintió que se le removió el estómago, no había notado que tenía tanta hambre hasta que sintió el olor de los huevos revueltos. 

Él dejó la bandeja sobre la cama a su lado y la miró con estrés, como si mirara a un cachorro dañino y desobediente.

—Si nos dices dónde está tu padre, te irás sin un rasguño, de lo contrario… —dio la vuelta y se alejó.

—¿Puedo saber cómo te llamas? —le preguntó ella y él le dio una repasada antes de salir y cerrar la puerta con seguro.

En el instante en que salió, Kerr sintió en el ambiente el fuerte olor de Víctor que lo miraba desde el otro lado de la pared. Su alfa levantó la cabeza apenas lo vio y le señaló el torso.

—¿Por qué nunca te quitas esa horrible chaqueta? —le preguntó y Kerr le apartó la mirada ignorándolo —fuiste muy suave con ella —Kerr lo miró de nuevo.

—¿Querías que la golpeara? —dijo en voz baja por si ella estaba escuchando al otro lado de la puerta. Víctor le señaló la pared, donde las fotografías de los miembros de la manada que estaban desaparecidos estaban exhibidas como un recordatorio.

—Ellos —le dijo Víctor —podrían estar muertos ahora o muy pronto, y golpear un poco a esa mujer podría traerlos con vida.

—¿Entonces por qué no lo haces tú? —le preguntó Kerr y Víctor se irguió.

—No arriesgaré a que me vea el rostro, y no desearás que lo haga porque no quedará nada de ella. Cuando me hicieron Alpha de esta manada juré llegar hasta donde fuera necesario para protegerla, proteger a mi hijo y al que está por venir —tomó a Kerr con fuera del brazo y lo acercó a la pared —¿lo recuerdas a él? —le preguntó señalándole la foto de Stiven, un joven que había desaparecido hace un par de semanas, claro que Kerr lo recordaba —era un muchacho amable, incluso era amable contigo —Kerr se soltó de una manotada.

—Lo dices como si no mereciera que nadie fuera amable conmigo —le dijo y Víctor abrió la boca para contestar, pero su esposa, Lina, apareció por la esquina y los llamó a desayunar. 

Víctor se alejó y le acarició la enorme barriga a la mujer que tenía siete meses de embarazo y le señaló la foto de Stiven.

—Cuando estés con ella —le dijo — recuerda que él está sufriendo, el hijo de la mujer que está haciendo tu comida y que en tus manos está encontrarlo —se alejó y Lina se quedó mirando a Kerr por un momento, como si quisiera decirle algo, pero se alejó.

Kerr se volvió y caminó con rapidez fuera de la fábrica, y cuando estaba afuera golpeó con fuerza una de las columnas que se desprendió en cientos de fragmentos. 

Odiaba sentir esa responsabilidad sobre sus hombros, se arrepintió profundamente de haber sido tan torpe para haberse ofrecido a traer a la mujer, Víctor nunca lo iba a respetar ni lo vería como un miembro importante de la manada.

—¿Otro berrinche? —Kerr volteó a mirar atrás y se encontró con Sebastián, un lobo adulto y fuerte, un poco mayor que él. Según Kerr recordaba tenía la misma edad de Víctor y era la competencia directa del hombre por el liderazgo de la manada, si hubieran competido Kerr estaba seguro que Sebastián hubiera sido el Alpha. 

—No me molestes —le dijo Kerr y se limpió los restos de polvo del puño.

—Si sigues rompiendo las columnas nos dejarás sin hogar —le dijo bromeando Sebastián y Kerr sacudió la cabeza.

—Este no es nuestro hogar —Sebastián le apoyó la mano en el hombro. El hombre nunca había sido precisamente su amigo, pero tampoco era de los que le apartaban la mirada cuando pasaba.

—Donde esté la manada es el hogar —le dijo Sebastián y Kerr blanqueó los ojos, no quería otra charla sentimentalista sobre por qué debería querer a un grupo de personas que lo trataban como si les fuera a contagiar una enfermedad, y quiso decírselo, pero algo en el borde del bosque lo distrajo. Agudizó la visión y cuando reconoció a la persona que los observaba desde lejos sintió que se le debilitaron las piernas.

—¿Ese no es...? —Sebastián lo interrumpió.

—Stiven —dijo. 

En el borde del bosque estaba el muchacho desaparecido sobre el que Kerr y Víctor estaban hablando hacía unos minutos, se veía demacrado y delgado y comenzó a correr hacia ellos —avísale a Víctor que Stiven escapó —le dijo Sebastián y corrió hacia el muchacho. 

Kerr retrocedió para ir a buscar al Alpha, pero un presentimiento extraño lo detuvo.

Stiven corrió hacia Sebastián y a medio camino saltó hacia el frente y su lobo pardo salió, el hombre no logró esquivarlo y de un enorme golpe de costado lo lanzó varios metros.

—Stiven —lo llamó, Kerr luego trató de extender su conciencia hacia el lobo para comunicarse, pero no encontró nada, absolutamente nada, como si fuera un cuerpo sin alma y eso lo asustó.

El lobo siguió corriendo hacia él exhibiendo los dientes en un gruñido rabioso y Kerr se preparó para la pelea. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo