La guerra. Parte uno.

Todo el campamento se había convertido en un caos total, todo el ejército reposaba en el bosque en un área fácil de defender, pero el campamento junto al lago apenas y tenía unos cuantos lobos incluyendo a los Alphas.

Los lobos espías que tenían en distribuidos por todo el bosque habían regresado alterados con la advertencia de que Jábico ya marchaba hacia su encuentro, y por más que Víctor intentó agilizar las cosas, parecía que todos, sobre todo la manada de Rodolfo, les era más importante los objetos materiales que la vida misma, ya que pasaban de un lado para otro empacando cosas y arreglando las tiendas y Víctor ya comenzaba a perder la paciencia.

Encargó con los tíos de Aleck la protección de su esposa y sus hijos y esperó que a esas alturas ya estuvieran bien resguardados en las manadas, pero los demás parecían tener poca prisa por abandonar el campamento.

— ¡Jábico ya viene! — gritó el Alpha a todos los que estaban ahí, pero pareció que nadie le prestó atención. Una mujer pasó cargando un costal de algo y Kerr se lo arrebató de las manos — ¡qué no vez mujer que viene un ejército para acá?  — le gritó, pero ella lo miró mal y se agachó para recoger lo que traía y seguir avanzando.

— No puedes pedirles que dejen tirado todo lo que tienen y que salgan corriendo dejándolo todo atrás — le dijo Karina, la pelirroja traía su abrigo de pieles, así que Víctor supuso que estaba desnuda debajo de él.

— Sí, sí puedo — le dijo — por que mi manada y yo lo lo hicimos dos veces. Sabemos que la vida es más importante que un par de trapos — le arrebató un bolso pesado que llevaba una muchacha y le gritó — ¡vete ahora, dejalo todo! — ella lo miró con los ojos abiertos y salió corriendo.

— Y mucho menos si le gritas — le replicó ella. Un sonido proveniente del bosque hizo que la algarabía del lugar se paralizase un momento, era un aullido, fuerte y poco natural, casi robótico, y después de un segundo de miedo, los pocos que quedaban soltaron las pocas pertenencias que les quedaban y corrieron en dirección a la jauría.

Víctor hizo ademán de saltar hacia el frente, pero Karina lo tomó del brazo.

— No, es mejor defender a los que están yendo hacia el ejército, hay que seguir el plan. No nos pasamos setenta horas seguidas planeándolo para ignorarlo — Víctor se zafó, ella tenía razón. Saltó hacia el frente y se transformó, corrió entre la multitud subiendo sobre su lomo la mayor cantidad de personas que pudo cargar, y corrió por el bosque con los sentidos alertas, podía escuchar como el ejército de Jábico se acercaba desde el norte del bosque, los lobos controlados y los vampiros soldados corrían y se sentían sus pasos sobre la tierra, como una avalancha que se avecinaba.

Cuando Víctor llegó con la jauría dejó a los que traía y regresó, y así alcanzó a hacer dos viajes más hasta que los músculos le ardieron, pero no se detuvo.

Cuando la gente que estaba en el campamento entró tras las protectoras murallas de piedra no se sintió tranquilo. Buscó con la mirada por sobre la multitud de rostros que los miraban, a los tres Alphas que los tenían ahí, al borde de una guerra que para bien o para mal, terminaría ese día, pero no logró encontrar a Lina y a sus hijos.

Dejó a Karina dar el discurso motivacional, la verdad pensó que no era muy bueno para esas cosas y corrió entre la multitud. Extendió la conciencia, pero su mente no era tan ilimitada como la de Kerr y no logró discernir entre las cientos de mentes que intentaron buscarlo para pedir ayuda o simplemente preguntar, así que se cerró.

Cuando logró encontrar al tío de Kerr, Irán, sintió un frio que le recorrió el cuerpo. Estaba tirado en el suelo con su esposo sobre sus piernas, le sangraba la cabeza y Víctor avanzó hasta ellos. cuando el lobo lo vio, tenía en la cara una expresión de puro terror, ambos estaban cubiertos únicamente con unas telas finas que alguien les había puesto sobre los hombros.

— ¿Qué pasó? — preguntó, la voz le temblaba.

— Nos atacaron con dardos — le dijo irán, a Belice le sangraba la frente — se llevaron a Lina y a los niños — la voz se le rompió, y Víctor cayó de rodillas al suelo, apretó la tierra con tanta fuerza que las piedras le hirieron la piel, luego gritó, un grito que hizo callar a la jauría.

— Ellos están bien — le dijo Belice, el esposo del tío de Kerr se puso de pie — el que se los llevó dijo que los necesitaba sanos y salvos, tal vez para chantajearte — estiró la mano y agarró la de Víctor  — lo siento — el Alpha negó con la cabeza.

— Esto no es culpa de ustedes, es de Jábico, es de mi madre — dijo. Su expresión pasó del miedo absoluto a la rabia más firme — y pagará por eso.

A Kerr le molestó volar, tenía una buena vista y también no se cansó, pero la chica que le había atado la cuerda alrededor del cuerpo para llevarlo volando parecía inexperta, a veces se tambaleaba.

Cuando pasaron por sobre el campamento, Kerr lo vio destruido, quemado y aplastado y sintió miedo, ¿si no habían logrado huir? Unos minutos mas allá divisó a la jauría, estaban acampando tras una enorme pared de roca natural, y la única forma de rodearla era recorriendo varios kilómetros, pero ya todo estaba planeado.

Cuando vieron llegar a la gente del bosque las personas se dispersaron con horror, dejando un amplio hueco en el centro donde más de cincuenta seres alados acarreaban a unos cien peleadores y soldados. En total, Aleck les había conseguido ciento cincuenta guerreros inmunes a Jábico.

Víctor salió a recibirlos, y cuando Kerr lo vio supo que algo andaba mal, tenía la cara roja y lo abrazó con mucha fuerza.

— ¿Qué es esto? — preguntó el rubio y él señaló a Aleck que lucía mareado.

— Ese niño es un buen jugador — Vanya llegó con la reina Klemiska que aterrizó suavemente y luego caminó hacia Víctor, le tendió la mano y él la tomó.

— Espero que esta guerra termine esta noche — le dijo ella — tengo una aldea que regir — Víctor señaló a Rodolfo, el Alpha de la manada del lago, que estaba unos metros más atrás.

— Él le contará nuestros planes —  Klem le agradeció y caminó hacia el hombre. Kerr pretendía contarle lo que había pasado y como Aleck había matado al rey cuervo, pero su hermano lo tomó por los hombros y se lo llevó aparte — Kerr, es Lina y los niños, Jábico los tiene — el corazón de Kerr dio un fuerte pálpito.

— Tu madre — dijo y él asintió.

— Sabe que la mejor estrategia es separar a los Alphas, por eso lo hizo, pero no la dejaré — Kerr le apretó los hombros.

— Claro que no, iré por ellos, te juro que los traeré — Víctor asintió con la cabeza.

— Yo te acompañaré — el tono que usó no aceptaba negativas y Kerr asintió — regresaremos antes de que comience la guerra.

Salieron por la parte de atrás del muro de piedra, donde pocos pudieron verlos y cuando estaban lo suficientemente lejos Kerr se recostó en un árbol y lo abrazó. Víctor lo miró con incredulidad, pero Kerr cerró los ojos.

Era capaz de concentrarse lo suficiente como para sentir las vibraciones de la tierra, y las raíces de los árboles le ayudaban sentirlas mejor.

— El ejercito ya viene — dijo con la voz agitada — llegarán en una hora — Víctor extendió su conciencia e hizo el comunicado en la jauría.

— ¿Dónde están mis hijos y mi esposa? —  Kerr cerró los ojos y extendió los sentidos, separando las simples conciencias de cada pequeña criatura y los encontró mucho más allá, pero aún lejos del ejército.

— Los tengo — dijo — tenias razón, ella está aparte, tal vez intente convencerte de algo — Víctor emprendió la marcha.

En forma humana y corriendo les tomó veinte minutos en llegar, no querían arriesgarse a ser olidos por el ejército de Jábico.

Había una tienda hecha de madera y hojas y Kerr olió a la familia de vector adentro, pero era extraño y sospechoso.

— Esta parte del bosque tiene arenas movedizas en cada metro — le dijo Víctor cuando Kerr casi se para en una — incluso a ti te costaría salir con vida, lo sé.

Avanzaron cautelosamente, tras la tienda estaba la mujer, Kerr podía olerla y notó que Víctor también. Vio en su cara dolor, tal vez oler a su madre después de tantos años le costaba.

La mujer salió de detrás de la tienda, tenía el cabello despeinado y la ropa sucia, ¿Cómo había logrado arrastrar a Benjamín? El niño era un lobo pequeño, pero aun así más fuerte que un humano.

— Mamá — dijo Víctor, las manos le temblaban, pero la mujer no pareció conmovida por el encuentro con su hijo. Levantó la mano y presionó un botón. De un árbol salió un sonido extraño, y Kerr apenas dio un vistazo antes de que un par de dardos se clavaran en él y Víctor. Esos darnos no produjeron dolor, pero sí se llevaron sus poderes.

— Hola mi niño — le dijo la mujer a Víctor y él se puso de pie tan rápido como un rayo, tomó el cuello de su madre y comenzó a asfixiarla con fuerza. Kerr se quedó paralizado.   

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo