Pertenecer a la manada.

Kerr iba descalzo, cubierto únicamente por el pantalón, llevaba la chaqueta de cuero en la mano y sobre el hombro el cuerpo inconsciente de Vanya. 

El cabello negro le entorpeció la visión cuando empujó la puerta de la fábrica abandonada donde Víctor los obligó a esconderse. 

Kerr tenía una vida relativamente normal, pero cuando miembros comenzaron a desaparecer y el mundo se enteró de su existencia, le fue imposible ignorar el llamado de su Alpha y ahora sus días estaban entre tratar de sobrevivir a la manada mientras encontraba su lugar en ella.

El lugar estaba vacío, la mayoría debería estar durmiendo a esas horas de la noche y los vigilantes de turno llegaron corriendo a él.

—No puedo creer —le dijo uno, era muy alto y delgado y su lobo era igual de flacucho, pero era un genio para las computadoras, eso ya lo ponía por encima de él que solo le aportaba a la manada su cara bonita.

—¿Pensabas que no sería capaz? —le preguntó Kerr y dejó a la muchacha sobre una mesa metálica y amplía, el cabello le cubrió el rostro y cuando el otro hombre intentó estirar la mano para apartarlo, Kerr se la apartó de una manotada.

—¡Qué bien! —dijo una voz y todos se volvieron hacia Víctor que entraba sin camisa y pantalón de dormir. 

El Alpha era un hombre alto y fornido, sus músculos y la actitud severa y firme lo hacían lucir agresivo e intimidante. 

Había llegado al liderazgo por elección, aunque Kerr hubiera preferido verlo competir con los demás miembros para ganarse ese puesto. 

Tenía la piel muy pálida y el cabello rubio como el de Kerr, pero los ojos oscuros como la noche. 

Cuando llegó hasta él lo miró con aprobación, era la primera vez que veía a Kerr de esa forma y se sintió animado —Pensé que no lo lograrías —le dijo y Kerr se aclaró la garganta.

—Te dije que no me subestimaras, puedo hacer muchas cosas bien —el Alpha lo miró a los ojos, con esa autoridad digna de su reputación y Kerr le apartó la mirada, pero no porque le intimidara, sino más bien por mostrarle respeto al hombre que, en sangre y rango, era superior a él. 

— Esto hará que el doctor se enoje bastante —dijo Víctor y quitó el cabello que cubría el rostro de la muchacha —espero que valga la pena y seamos capaces de recuperar a los nuestros.

—Llévenla a la celda —les dijo Alpha a los otros hombres que habían ahí y Kerr señaló al hombre delgado.

—No le metas mano —le dijo y él lo miró mal, cuando estaba él solo con Víctor el hombre lo miró de los pies a la cabeza.

—Dime, Kerr —le dijo y Kerr sintió que pronunciaba su nombre con fastidio — ¿Por qué ese cambio tan repentino de actitud? —el menor se encogió de hombros y miró al otro a la cara, era un poco más alto que él, incluso su lobo era un poco más alto.

—Solo quería ayudar —dijo y Víctor suspiró mirando el bosque por la ventana, le dio dos movimientos a su enormes pectorales antes de mirar de nuevo a Kerr. 

Era un hombre muy musculoso, y cómo Kerr estaba sin camisa también, no pudo evitar compararse en el reflejo de la ventana. Al lado de Víctor parecía un flacucho.  

—No finjas, tu no sientes nada por esta manada —le dijo — antes del llamando parecía que ni siquiera querías ser parte de ella, y ahora cuando solicité a alguien para un trabajo fuiste el primero que llegó.

Kerr hubiera querido decirle que, en efecto, nunca se sintió parte de esa manada, notaba siempre como todos los mayores se quedaban callados cuando él entraba y como hablaban a sus espaldas, los de su edad y menores, se conformaban con ignorarlo.

¿Cómo querría estar en un lugar así? Pero todo había comenzado con la llegada de Víctor al liderazgo, no supo entender si tenía algo que ver.

—Tal vez ya quiera ser parte de verdad —le contestó, no supo si era del todo verdad, pero era lo que sentía. Víctor lo miró mal y le señaló el balcón de la fábrica que daba a la ventana superior.

—Pues si quieres ayudar, harás guardia hasta el amanecer —le dijo y le dio la espalda para caminar hacia su habitación. 

Kerr apretó la mandíbula, había hecho bien el trabajo ¿y así le pagaban? Sabía que no podía desobedecer a Víctor, había visto cómo le gritaba a hombres a punto de golpearlos por menos que eso. 

El Alpha, antes de cruzar la puerta, se volvió hacia Kerr —ahora que lo pienso, será mejor que ella no vea a nadie más, si ya vio tu bonita cara pues que siga viéndola, así que le sacarás la información que necesitamos y servirás para algo de una vez por todas —depreció por la puerta y si no hubiera sido su chaqueta favorita Kerr la hubiera rasgado de golpe.

Cuando Vanya despertó, lo primero que sintió aparte de la dura superficie donde estaba acostada fue el dolor en la espalda que le atravesó como una corriente eléctrica. 

Estaba encerrada en una habitación de concreto llena de humedad y una pequeña ventana en la parte superior le indicaba que era de día.

A su mente acudieron los recuerdos de la noche anterior y el cuerpo se le llenó de adrenalina, se sentó en la cama y comprobó que estaba esposada a la ella con unos grilletes almohadillados que no le hacían daño a la piel, pero que la mantenían bien atada a la cama que estaba soldada al suelo.

¿La había secuestrado un hombre lobo? Se preguntó, ¿Cómo es que le estaba pasando una cosa como esas a ella? De una esquina oscura vino una voz y Vanya dio un salto.

—Al fin despiertas —dijo un hombre y salió de la esquina ensombrecida, era el que la había secuestrado y Vanya retrocedió en la cama lo más que pudo. 

—¿Tienes hambre? —le preguntó y ella no contestó, el hombre era rubio, de ojos azules como el mar, la barba crecida también rubia no alcanzaba a cubrir la marcada mandíbula y los carnosos labios. 

Vanya pensó que era un mal momento para pensar que su secuestrador era sexi, así que se limitó a guardar silencio. 

El hombre se sentó en la silla que había cerca de la cama y se cruzó de brazos —bien —dijo —tenemos mucho de qué hablar, ¿comenzamos? —Vanya tragó saliva.  

    

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