Al despertar por la mañana, Marina siente el peso de los brazos de Víctor alrededor de su cuerpo. Rápidamente, su corazón comienza a latir descompasado al entender, una vez más, la situación en la que estaba. Durante la noche, Víctor no se alejó de ella ni por un momento, pero cumplió su promesa: lo único que hicieron en aquella cama fue dormir. Sin embargo, el calor de su cuerpo, tan cercano, y la comodidad de la seguridad que él parecía transmitir, todavía la ponían nerviosa.
Lentamente, intentando no hacer ruido, Marina retira el brazo de él de encima de su cuerpo, cuidando que no despertara. Con cuidado, se levanta de la cama, tomando su celular que estaba sobre la mesa de noche.
Antes de entrar al baño, lanza una última mirada a Víctor, que permanece en la cama, dormido profundamente. Sus rasgos relajados contrastaban con la seriedad que siempre mostraba cuando estaba despierto.
«Dios mío, dormí con un hombre… literalmente», piensa, un tanto sorprendida por la situación.
Ya en el