Marina sabe que, cuando Víctor está de ese modo, es imposible discutir con él, así que lo ignora y se sienta a la mesa, sirviéndose la cena con un aire de falsa tranquilidad. Tras colocar la comida en el plato, da su primer bocado y le lanza una mirada provocadora.
— ¿Estás satisfecho de saber que fuiste un paranoico? — pregunta, con un tono burlón que hace que sus ojos brillen con picardía.
Víctor, sin perder el ritmo, responde con una sonrisa ladeada, como si solo estuviera esperando esa oportunidad.
— Ahora sí — dice con una ligereza casi desconcertante. — Menos mal que solo fue la paranoia mía, porque me moría de hambre — bromea, comenzando a servirse.
Marina entrecierra los ojos, intentando controlar lo que realmente siente por él, pero aún no puede resistirse a la provocación.
— Después de lo que hiciste, confieso que estoy tentada a poner algo en tu comida — amenaza, con un leve tono irónico en la voz.
Víctor se detiene un instante y finge una expresión preocupada, pero la sonr