Rodrigo se acerca a la cama, tocando el hombro de su hermano.
—El juicio comenzará el próximo mes, y pedí que nuestros mejores abogados penales se encargaran del caso.
—Hiciste bien, Rodrigo… —dice Víctor, tras un largo suspiro. —Para entonces, creo que ya estaré lo suficientemente recuperado como para asistir a ese espectáculo de horrores en persona.
Rodrigo duda por un momento, pero responde con preocupación:
—Víctor, no creo que sea buena idea que vayas allí.
Levantando una ceja, Victor lo mira con firmeza.
—¿Por qué no? —cuestiona. —Mis padres planearon acabar con mi vida y con mi felicidad, ¿y tú crees que voy a ignorar eso?
Rodrigo intenta razonar con voz cautelosa.
—No te pido que ignores lo sucedido… Solo pienso que ahora tu salud y tu bienestar deberían ser la prioridad. El tribunal, la prensa, todo eso puede ser una carga innecesaria para ti.
Víctor hace un gesto con la mano, interrumpiéndolo.
—Lo sé. Pero no se trata solo de mí. Necesito mirarlos a los ojos, cara a cara, mi