Ella camina apresurada por el pasillo hacia la UCI, con el corazón acelerado. Al entrar en la sala, sus ojos se llenan de lágrimas al ver a Víctor en la cama, con los ojos entreabiertos, como si intentara enfocar algo. Él la ve acercarse y una leve sonrisa se forma en sus labios.
—Rubia… —susurra, con la voz ronca pero tierna.
Sosteniendo su mano con delicadeza, Marina siente que la conexión entre ellos vuelve con una intensidad inexplicable.
—Estoy aquí, amor. Siempre lo estuve… —dice ella, tratando de contener las lágrimas.
Él intenta apretar su mano, aunque sus movimientos son débiles.
—Lo sabía… que estarías —murmura, con los ojos brillando.
—No imaginas cuánto esperé este momento… —confiesa ella, con la voz quebrada por la emoción de tenerlo a su lado.
Víctor la observa por unos segundos antes de susurrar:
—Respóndeme algo, ¿estamos casados, verdad? —pregunta, con la voz aún débil, pero llena de curiosidad.
Sorprendida por la pregunta repentina, Marina tarda un instante en respon