Cuando el timbre de la casa suena, el sonido resuena por toda la mansión como un golpe en el ambiente tenso que ya flotaba en el aire. Joana, con el corazón acelerado, intenta mantener la compostura sin apartar la mirada de su marido.
— Ve a nuestro cuarto y escóndete allí, hasta que yo resuelva esto —decía con voz firme, aunque por dentro su corazón es una mezcla de emociones.
Al darse cuenta de que su esposa estaba dispuesta a ayudarlo, Xavier no discute. Se mueve rápidamente, entrando en la casa sin que ningún empleado lo vea. El sonido de sus pasos apresurados se desvanece en la distancia, dejando a Joana sola para enfrentar la situación.
Respirando hondo, intenta reorganizar sus pensamientos mientras camina hacia la sala. Su mirada recorre el ambiente, como si necesitara convencerse de que tiene todo bajo control. Deteniéndose en medio del salón, llama a una de las empleadas.
— ¡Adelina! Ve a la puerta y ábrela — ordena con firmeza, aunque el nerviosismo aún late bajo su voz.
La