En silencio, Joana camina hasta la cama y se sienta, sugiriendo que su marido haga lo mismo. Aun nervioso, Xavier obedece, consciente de que ella es su única salida en ese momento.
— Querida, ¿recuerdas cuando te dije que estaba empezando a sentir el peso de la edad? — comienza con un tono cauteloso, intentando iniciar una conversación que no solo la convenciera de su versión de los hechos, sino que también despertara la compasión suficiente para que lo perdonara y lo ayudara a escapar de las acusaciones que se avecinaban.
— ¿Qué tiene que ver eso, Xavier? — responde Joana, arqueando las cejas, claramente impaciente con su intento de rodeos.
— Es que en ese momento empecé a sentirme vulnerable, insuficiente… como si mi vida se me escapara entre los dedos — continúa Xavier, intentando controlar el nerviosismo que se percibe en su voz. — Me estaba ahogando en el trabajo, en las exigencias… viendo cómo mi rostro cambiaba, cómo mis fuerzas disminuían. Fue entonces cuando cometí el error d