La sangre que se deslizaba por las heridas, el rostro pálido y la figura vibrante que él conocía estaban ahora reducidos a un cuerpo frágil.
— Andressa... — murmuró casi en un susurro, sintiendo el corazón encogerse mientras se acercaba con el pulso acelerado.
— ¡Doctor, debemos actuar ahora! — exclamó una enfermera, tirándolo de golpe de su estado de shock.
Leonel negó con la cabeza, apartando el impacto inicial. Su mente de médico entró en funcionamiento, aunque el nudo en su pecho seguía apretando. Sabía que no podía dejarse llevar por las emociones, no en ese momento. Con pasos decididos, se acercó a la camilla, dando órdenes a su equipo.
— ¡Conéctenla al monitor cardíaco! Hemoglobina y presión arterial, de inmediato. Vamos a la sala de emergencias dos. ¡Preparen una transfusión, ha perdido demasiada sangre! — ordenó con voz firme, aunque su mirada seguía cargada de preocupación.
Mientras corría junto a la camilla, ayudando a conducir a Andressa, su mente se llenaba de una mezcla