Todavía incrédulo, Víctor vuelve a tomar las fotos de Marina y las observa una por una, como si intentara encontrar algún defecto, alguna señal de manipulación digital. Pero, por más que busque, cada detalle parece demasiado real para ser un montaje.
— No puede ser verdad — murmura para sí mismo, mientras siente la voz quebrarse.
La confusión en sus ojos es evidente, y no encuentra palabras para expresar el torbellino de sentimientos que lo invade: rabia, duda, incredulidad. Nuevamente en sus manos, la escritura con el nombre de ella parece un golpe en el estómago. Se pregunta cómo su padre habría conseguido información personal tan detallada, ya que la empresa era notoriamente rígida con la privacidad de los datos de los empleados.
Al percibir lo perturbado que está su hermano, Rodrigo se acerca y posa una mano solidaria sobre su hombro.
— Víctor, calma. Creo que es mejor que respires hondo y pienses con más claridad. Evita actuar por impulso — aconseja en voz baja, tratando de imped