Al percibir lo firme que Víctor estaba en sus palabras, Joana suelta un suspiro exasperado, mirando a Marina como si la joven fuese la personificación de todo lo que despreciaba. Los ojos de Joana no esconden la repulsión, y el ambiente se llena de tensión.
— ¿No te da vergüenza decir algo así, Víctor? — retruca Joana, con voz fría y controlada. — ¿Un abogado renombrado como tú, diciendo que está… saliendo con una cualquiera?
Aunque el rubor de la vergüenza sube a sus mejillas, Marina se niega a bajar la cabeza. No permitiría que Joana la insultara de esa manera ni que la tratara como alguien insignificante.
— No soy una cualquiera, señora — responde Marina con voz firme y ojos desafiantes, enfrentando el desprecio marcado en el rostro de la madre de Víctor. — El hecho de que no tenga dinero no cambia mi carácter.
Joana alza la cabeza con altivez y esboza una sonrisa amarga mientras se acerca más. Su mirada es como el filo de un cuchillo.
— Ah, claro, cuánto carácter debes de tener —