Sin saber cómo responder a su padre, Marina guarda silencio, y es en ese momento cuando Daniela interviene.
— ¿Lo ves, José? No responde porque sabe que ese hombre no quiere nada serio con ella — dice, con tono acusador.
— Daniela, ¡basta con eso y deja que nuestra hija nos explique! — exige José, lanzando una mirada firme a su esposa, dejando claro que no tolerará más interferencias.
Marina, siempre una hija obediente, nunca se había sentido tan presionada como ahora. Sentía que no debería tener que dar explicaciones sobre algo tan personal, pero sabía que, en ese momento, era lo que esperaban de ella.
— No quiero hablar sobre mí y Víctor — declara con seriedad. — Todavía vivo con ustedes, pero necesito recordarles que tengo veintidós años y soy dueña de mi propia vida. Entiendo que quieran lo mejor para mí, pero deben comprender que no necesito casarme con el primer hombre que conocí — continúa, firme, decidida a tomar las riendas de su vida.
Daniela, afectada por la respuesta de la