Ethan frunció el ceño cuando escuchó la frase que Ava murmuró al ver a los dos hombres frente a su edificio.
El cambio en su tono, la tensión repentina, le hicieron arquear una ceja.
Tenía entendido que Steven, el hermano de Ava, era un hombre trabajador, alguien con metas claras y exitoso en los negocios.
¿Por qué entonces no parecía contenta de verlo? ¿Y quién era ese otro sujeto que lo acompañaba?
El segundo hombre tenía una pinta dudosa: ropa arrugada, una barba descuidada y una sonrisa torcida que le daba mala espina.
Ethan sintió una punzada de alerta en el pecho que no consiguió mermar a pesar de pensar que quizás estaba exagerando.
—Quédate en el auto, por favor —le pidió a Ava en voz baja, tocándole el brazo con suavidad.
Ella, por supuesto, no obedeció. Se quitó el cinturón con brusquedad y salió sin mirarlo, lo que hizo que Ethan soltara un suspiro resignado.
—Steven —dijo Ava, acercándose con el ceño fruncido—. ¿Qué haces aquí? Se suponía que no nos veríamos hasta dent