El restaurante era pequeño, acogedor y con luz tenue.
Maya ya la esperaba sentada en una mesa junto a la ventana, con dos copas de vino y una mirada inquisitiva que no tardó en lanzar como dardo apenas Ava se sentó frente a ella.
—Te ves fatal —soltó sin preámbulos—. ¿Qué pasó ahora? ¿Te volvió a perseguir el galán corporativo?
Ava suspiró, removiendo nerviosa el borde de la servilleta de tela.
—No es tan simple —murmuró—. Desde que Sophie apareció, me esfuerzo por mantener distancia con Ethan, pero él… no lo pone fácil.
Maya alzó ambas cejas.
—¿A qué te refieres exactamente? ¿Intentó meterte mano?
—¿Qué? —Ava se escandalizó—. Nada de eso, Maya. Por Dios.
—¿Y entonces? —preguntó impaciente.
—Él… —titubeó—. Me mira distinto, me habla con una preocupación que no debería tener. Hoy me acorraló para que no me fuera en un Uber.
—¿Te acorraló? ¿Así como para besarte? —exclamó Maya, bajando la copa con fuerza.
Ava asintió, mordiendo su labio. Su amiga estalló.
—¡Ese tipo es un descarado