Naomi.
Aprendí rápido a usar un arma, o bueno, a disparar… todavía fallaba las balas, porque mis manos solían temblar y mi visión se nublaba al ver a un simple muñeco de cartón.
En vez de darle en la cabeza, le daba en sus extremidades.
Llevaba una semana en eso, y para mi sorpresa, Silvana no era tan mala como pensé al inicio. Sí me hablaba mal y todo, pero se centraba en enseñarme.
Llegué al comedor al lado de Silas, rara vez comíamos todos juntos, el ambiente se tornaba incómodo.
—Vayan al grano —pidió Silas.
Sacó una de las sillas para mí, actuó como un caballero y yo sonreí para mis adentros. Él iba todas las mañanas y noches a mi habitación para asegurarse de que estuviera cómoda.
¿Qué más podía pedir?
Era atento incluso al no ser nada, porque yo todavía estaba pensando en aceptarlo. Nuestra conexión me obligaba a decir que sí.
—Surgió un imprevisto un tanto… —Su padre se calló, pensativo—. Inusual.
Juntó ambas manos sobre la mesa, dejó los cubiertos de lado. La única