Naomi.
Después de que Silas se fuera, me puse frente a la mesita con el altar de mi madre. Le encendí una vela y miré su foto, esa sonrisa todavía me transmitía la misma paz como cuando estaba viva.
Abrieron la puerta de golpe, causándome un susto estremecedor. Me giré y vi a esa rubia de brazos cruzados y cara de culo.
—Ven conmigo —ordenó.
Le hice caso, lo menos que deseaba era tener problemas con ella. Apreté los labios, siguiéndola fuera de la habitación. Me guió por un largo pasillo desconocido, lleno de cuadros con fotos de la familia.
Al final, abrió otra puerta de madera y resultó ser una simple oficina donde los colores rojo y negro se mezclaban.
—Bonito lugar —dije, explorando con mis ojos.
—No intentes caerme bien —bufó.
—No te pareces mucho a Silas.
Ella se detuvo, alzó una ceja con ofensa y colocó una mano en su cintura. Sus tacones sonaban hasta que llegó justo frente a mí.
Sonrió de lado, de forma maliciosa.
—La idea de trabajar contigo no me agrada, pero tamp