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Con la frente en alto.

—Cumplí con lo acordado. Ahora Nicco debe volver al hospital.

—¿No puede quedarse conmigo? Él ha estado bien, a pesar de todo y creo que…

—Mire señorita Piaggio, Nicco ha estado controlado porque yo estoy con él, ¿no entiende todo lo que ha pasado este niño en todo este tiempo? ¿Cómo puede decir que le preocupa su hijo si no es capaz de entender su situación?

—¡La entiendo, pero no la comprendo! No soy médico como usted para sabérmelas por libro doctor Malory.

—Pues entonces haga caso y deje de decir burradas, nos devolvemos al hospital y punto…

—Y ahí se había acabado toda la paz y tranquilidad que pude tener con esa mujer.

—Pero ¿el niño volvió al hospital?

—¡Por supuesto! Y se encuentra bien.

—Entonces ¿de qué te quejas?

—De que crea que hago todo esto por molestarla, sabiendo que lo único que me interesa es el bien de Nicco.

—¿Estás seguro de todo lo que me acabas de decir?

—Absolutamente seguro.

—¿Y ahora quieres mi opinión?

—Sip, sino no me tendrías aquí.

—Oh gracias, su majestad por tanta bondad.

—De nada…

—Idiota.

—Doctora, no se le olvide su lugar eh…

—Ya lo sé… Uff, es complejo, pero entendible. Ella está pasando por muchas cosas en estos momentos, este duelo inesperado y ahora tiene que seguir con la enfermedad de su hijo a cuestas, no es fácil y la verdad sea dicha es que tiene razón en lo que dice, ella no es médico como nosotros para distinguir una crisis o un estado normal del paciente y por eso le doy un punto. Igualmente tú, idiota te arriesgaste mucho sacando al niño del hospital y con eso le diste una esperanza de que el niño estaba mejorando.

—¡Yo jamás lo hice por eso Vannah! Es que la vi tan necesitada de ayuda que no me pude contener.

—Repito, I D I O T A… ¿No te das cuenta que estás así porque te gustan?

Y volvemos a lo mismo, estás dejando que el corazón esté por sobre la razón y eso está nublando tu criterio.

—No, no lo hace— respondo molesto, aunque sé que tiene un poco de razón.

—Entonces por qué vienes todo enojado conmigo a contarme que ella no te quiere ver ni en pintura de nuevo por lo que me acabas de contar. A ver dile a mami ¿Por qué?

—Por que eres mi terapeuta y necesito respuestas de cómo actuar, sólo por eso.

—Mentiroso. Sabes muy bien que la única que aguanta que le cuentes esto soy yo, si vas dónde Val o Bruno ellos te matan y después te reviven sólo para volver a acriminarse contigo.

» La sacaste barata porque ellos no te quisieron dejar mal con la chica y su hijo, además estaban en el mismo lugar que tú, así que en cierta forma no podían desautorizarte y el niño estaba bien cuidado.

—Todo esto es tan nuevo para mí Vannah, que de verdad me molesta sentirme así.

—¿Así cómo?

—En pelotas…

—¿Cómo?— me pregunta con cara de espanto.

—Me siento completamente desnudo frente a ella y eso me molesta, es como si mi coraza desapareciera al tenerla cerca de mí y todo se va a la m****a.

—Eso es amor, cariño y no me vengas con que aún quieres culpar al corazón trasplantado, esa conversación ya la tuvimos y dejamos en claro que lo que debías superar era eso y lo demás pasarle su caso a los chicos, pero veo que no lo has hecho.

—Técnicamente sí. Quién hará la operación es Val y ya lo habló con la mamá de Nicco, yo solo la asistiré y sí, ya me quedó claro que no podré intervenirlo, pero igual siento que puedo hacer algo más por ellos.

—¿Y por qué no la invitas a un café o a una cita? No como el doctor Malory, sino como el simple mortal Nathan Malory.

—¿Crees que quiera aceptar?

—No pierdes nada, en último caso le puedes decir que es para limar asperezas por todo lo ocurrido después del funeral.

—No es mala idea, Vannah ¡Te amo!

—Ya cállate, idiota. Tus consultas no debieran ni existir. Ya estás más que curado de espanto con tanta terapia.

—¿Y perderme la posibilidad de hacerte rabear? No seas cruel, amiga. Me encanta venir a verte como tu paciente y que te vuelvas loca conmigo, no me des de alta por fis.

—Mejor lárgate y te veo en quince días o cuando tengas novedad de tu preciosa mamá y su hijo.

—Linda, que tengas un bonito día.

—¡Fuera!

—Me voy, me voy. Señorita terapeuta.

Salí de la consulta, sintiendo que me había quitado un peso de encima y como si Vannah me hubiese dado muy buenas ideas para poder conquistar a Gia.

—¡Stop, Malory! ¿Qué acabas de decir?— me detengo en seco, en medio del pasillo del ala de neurología y miro hacia todos lados ¿Alguien me habrá escuchado? ¿lo habré dicho en voz alta o sólo lo pensé?

—¡Diablos, Malory! Cada día estás más loco amigo.

Eso era cierto, estaba loco, pero loco por esos dos y aunque Gia me tratara de la patada le haría ver que no era mala persona y que lo que estaba comenzando a sentir por ellos era el más tierno y puro amor.

Hasta yo me encontraba cursi al escuchar mis palabras, pero no me caía mal, todo lo contrario, me gustaba.

Volví a hacer mi ronda, saludé a mis enfermeras favoritas, como siempre y aproveché toda la mañana para preguntar por ahí y por allá qué les gustaría hacer en su primera cita.

Necesitaba ideas, no se quejen, ya estaba lo suficientemente oxidado desde mi época de cortejo a Val y que por obvias razones ya saben que no resultó, pero bueno, cómo les decía, les pregunté a cada una de las personas que me topaba qué les gustaría hacer si un doctor guapo como yo las invitaba a salir y diablos el noventa porciento quería que las llevara directo a la cama. Sabía que me había convertido en un puto, pero esto hasta me hizo sentir ofendido, o sea, ¿nadie era capaz de ver que yo tenía sentimientos? ¿Tan m****a era antes?

Okey, ya le estoy poniendo, realmente era un ser humano despreciable hasta hace unos meses atrás, las mujeres para mí eran un desfogue a mis necesidades carnales y sí, también entiendo que me equivoqué, pero es que ver que ya podía hacer absolutamente de todo te supera y te quieres comer al mundo.

Aunque, está vez, solo por esta vez quería hacer las cosas bien, quería apoyarlos y protegerlos, porque sabía que ellos eran un todo y yo quería pertenecer a ese todo…

Dejé terminada mi ronda con mis pacientes adultos y me dirigí al área infantil. Lo había hecho con su qué para que no se notara mi ansiedad, saludé a Abi y pedí las fichas y ahí vino mi caída en picada, la de Nicco no estaba.

—¿Y el niño Piaggio, Abi?

—Fue trasladado a la zona VIP del hospital, pensé que Val te lo había dicho.

—¿Qué? ¡no! No me ha dicho nada, pero y eso ¿cuándo fue?

—Después de que llegaste con ellos, una vez que saliste de la habitación la mamá de Nicco pidió hablar con Val y ella nos ordenó que hiciéramos el traslado.

—Okey, gracias Abi, ahora voy a ver a mis pacientes…

Tomé las tablillas y llamé a uno de los internos para que me apoyara, el ánimo se me había caído por los suelos y realicé mi ronda pensando en ellos, creo que debo volver a hablar con Vannah porque la sensación de vacío fue enorme y eso no me lo esperaba.

Después de una hora y con todo hecho en mis rondas me decidí y caminé con la frente en alto hacia el área VIP del hospitam, me acerqué a la estación de las enfermeras y pedí saber por Nicco.

—Habitación 404, doctor— fue lo que me dijo la asistente toda coqueta a la que cordialmente le guiñé un ojo y seguí mi camino, mi ánimo volvía a renovarse y ahora sentía un poco… solo un poco de ansiedad. Golpeé la puerta y el delante de esa voz angelical que a veces pensaba que era del mismo demonio me terminó de hechizar.

Tomé el pomo de la puerta y al abrirla me encontré con una imagen que hizo que mis estómago diera un vuelco.

—¡Viniste!— Nicco me sacó los malos pensamientos al ver a esos dos tan cerca el uno del otro ¿Qué m****a hacía Emery en esta área de hospital?

—Lo hice, campeón ¿Cómo te has sentido?

—Mejor, la doctora Scott dijo que habías hecho un excelente trabajo— lo sabía, modestia aparte, pero era bueno que ella lo supiera ¿no?

—Aunque todo eso fue muy arriesgado, no debiste…

—Y tú ¿Quién te crees para cuestionarme?

—¡No me alces la voz!

—Tú tampoco, Emery. No eres nadie aquí.

—Pues veo que tú tampoco — masculla entre dientes.

—Él es mi amigo, señor doctor, así que sí es alguien en esta habitación— los dos nos dimos vuelta a mira a Nicco que me había defendido y se sintió tan bonito que hasta colorado me puse. Con una tremanda sonrisa corrí hacia él, lo saludé como le había enseñado y me senté a su lado para conversar, dejando de lado este sentimiento de querer hacer explotar el mundo de solo verla sonreírle a otro, pero sobre todo a Emery.

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