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Castigado por ser un niño malo

Dos semanas atrás…

—¿De verdad me mandarás a urgencias Bruno?

—¿Y qué otra cosa quieres que haga contigo? Ya es tercera enfermera que renuncia por tu culpa Nath. Si no te controlas tendré que hablar con Ethan, no puedes seguir así hermano, ellas son compañeras de trabajo no tus conquistas para que después se anden peleando en los pasillos del hospital por ti o peor aún renunciar porque el lindo las usó y las dejó botadas a la primera de cambio.

—Eso no es así, a todas les he dicho lo mismo, si quieren estar conmigo es una vez y listo.

—¿Y tú crees que eso es sensato?

—No nos veamos la suerte entre gitanos, Bruno. Tú hacías lo mismo.

—¿Qué? ¡no, por dios Nath! Yo jamás me acosté con ninguna, salí a tomar una copa o un café, pero jamás me acosté con nadie, bueno salvo con la loca esa que casi me costó perderlo todo con mi diosa y mi hija. Estás muy equivocado si crees que te puedes escudar en lo que yo hice. Amigo, estás mal ¿Has hablado con Savannah?

—Por supuesto que he hablado con ella, es el protocolo después de ser trasplantado, pero vamos ya llevo tiempo y no necesito de la autorización de una terapeuta para follar ¿O sí?

—Amigo, no voy a eso, pero tu comportamiento…

—Y una m****a, Bruno. No he dejado a mis pacientes ni mis operaciones por acostarme con alguien y eso lo sabes.

—Y por eso te he aguantado, pero creo que debes parar, no te pido que seas un monje, solo no me hagas buscar más empleados, ya es difícil todo esto y con tu actitud no me ayudas mucho.

—Genial, ahora yo soy el culpable de todo el desorden en esta área.

—No te estoy diciendo eso— bufa molesto—, solo que tienes que parar y priorizar, ya no eres un adolescente y no puedo andar detrás de ti como si fuera tu papá.

—Gracias a dios que no lo eres.

—Hermano, somos amigos y entiendo que estar bien de salud ha abierto tus expectativas, pero debes poner un alto. No puedes dejarte llevar por la calentura. Tú no eres así.

En eso, Bruno tenía razón, de un tiempo a esta parte me había puesto como loco por el sexo, es que al ser dado de alta después de mi segundo transplante me tenía eufórico, por fin podía vivir una vida relativamente normal, en dónde no dependía de mis achaques para poder salir y disfrutar de una buena follada y luego pasar a la siguiente, pues no quería involucrarme afectivamente con nadie. Cuando lo intenté, la mujer de mis sueños ya tenía dueño y solo se fijaba en mí como un amigo. Lo había asumido, no estaba preparado para enamorarme, mi salud era débil y mis expectativas de vida pocas, pero ahora todo era diferente. Tenía un corazón fuerte y sano que quería disfrutar…

—Está bien, iré a emergencias, pero no esperes que si alguien se me insinúa le diré que no. Soy irresistible — me levanté de la silla en la que estaba sentado frente a mi amigo y enfilé los pasos a la salida, tomé el pomo de la puerta, mientras le decía esas palabras a Bruno, quien negó con la cabeza y solo me siguió reprendiendo.

—Y un pendejo idiota.

—Si, señor jefe de cardiología “interino”.

—Ya cállate y vete— me lanzó un libro de cardiología que alcancé a esquivar y salí de ahí riéndome de mi pobre y triste vida.

Tomé mi fonendo, mis lápices y arreglé mi bata, estaba castigado por papi Bruno y debía hacerme cargo del turno de emergencias. Salí de mi consulta y saludé a la amorosa de Abigail, era la segunda al mando en enfermería en este hospital, después de Claudia, una señora de alrededor de cincuenta años, pero muy bien llevados. Ella me miró y se carcajeo, o sea, ya sabía…

—Ay cariño, esta no te la pudiste sacar—dice afirmando más que preguntando y yo me encogí de hombros.

—Es que soy irresistible.

Risas más... risas menos.... ese era yo, un niño castigado por hacer maldades.

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