Inicio / Romance / Un corazón enamorado / Aceptando la ayuda de los Scott.
Aceptando la ayuda de los Scott.

Val me miraba con cara de póker mientras le contaba lo que había pasado antes del nacimiento de Niccola, pero tenía que hacerlo para que ella me entendiera. Era la única forma.

Cuando terminé con mi historia, ella se levantó y me entregó la cajita de pañuelos desechables, se apoyó en su escritorio y me dio unas palmaditas en el hombro.

—Tranquila Gia. Te creo y ahora te entiendo. Es difícil estar metidos en estos problemas, mi cuñado Enzo sufrió mucho por culpa de la camorra, él lo perdió todo a los nueve años y por desgracia sus recuerdos jamás volvieron, pero eso no obstó a que cuando mi abuelo le contara la verdad él hiciera lo justo.

—¿Los mató a todos?

—Oh, no, no, el hizo justicia dentro de la ley, urdió un plan con unos amigos nuestros en Europa y los hizo pagar con cárcel a los asesinos de sus padres. Puede ser que sus historias sean diferentes, pero en ambos la mafia ha hecho de las suyas y les ha quitado mucho.

No te preocupes por nada, tu secreto estará a salvo conmigo y lo que haremos es resguardar tu seguridad y la del pequeño Niccola.

—Pero, pero eso es demasiado, Val.

—No te preocupes, hablaré con mis papás para hacerlo bien, además es importante que resguardemos la seguridad de Enrico y Lucía. Si tu crees que esa gente puede estar buscándolos es lo mejor.

Y Val tenía razón, puede que el haber cambiado mi color de cabello y ojos fuera nada y en todo este tiempo, tal vez… solo tal vez estaba poniendo en peligro a aquellos que me habían tendido una mano amiga.

Con los ánimos renovados salí de la consulta de Val, nos dimos un fuerte abrazo y ella me indicó que fuera a la sala común que estaba a la vuelta del pasillo, pues ya le habían informado que mi príncipe estaba en su cama.

Caminé por el pasillo y llegué al lugar indicado, encontrándome con la hermosa visión de mi hijo riendo a mares mientras el doctor Malory le hacía un perro de globos. Como si fuera un designio de los dioses ambos dieron la vuelta y me miraron fijamente, lo que hizo que sintiera un escalofrío al ver como fruncían el ceño como si fueran padre hijo. Moví mi cabeza en negación y esbocé una sonrisa cálida para mí bebé y me acerqué a ellos.

—Mamita, mira lo que intentó hacer Nathan — me mostró el perro a medio hacer y no pude aguantar la risa.

—Creo que está un poco desordenado o mejor dicho desencajado.

—Digamos que no pasé el curso de haga los perros de globo en la escuela de Patch Adams.

—¿Te gusta esa película Nathan?— le pregunta mi bebé ilusionado.

—Es mi favorita, si quieres un día la podemos ver juntos.

—¡Si!— Nicco comenzó a dar saltitos en su cama, pero la tos lo empezó a atacar y pronto se asustó.

—Tranquilo campeón, tienes que reposar un poco, ya verás que pronto esto pasará.

Asentí a lo que dijo el doctor y me senté junto a mi bebé para darle pequeños golpecitos en su espalda en son de apoyo. Después de eso el doctor nos dejó pues debía seguir su ronda y otras cosas que no entendí muy bien, se despidió con un juego de manos con Nicco y con un asentimiento hacía mí.

—¿Te gusta Nathan mami?

—¿Qué? ¡No! Por dios Nicco ¿cómo puedes decir eso?

—Ay mami, te lo decía porque a mi me gusta mucho y quiero que seamos amigos.

—Ah…— m****a, me había equivocado, yo pensando que mi hijo pensaba que me gustaba su doctor como hombre y él pensaba en que fuéramos amigos.

Saqué ese pensamiento ilógico de mi cabeza y estuvimos toda la tarde juntos, conocí a varios de su compañeritos de habitación y estuve conversando con otras mamás que estaban con sus hijos pasando por las mismas circunstancias que yo, en eso apareció otro doctor que saludó a mi hijo muy amable, pero la mirada de Nicco no fue la misma que la que tiene para el doctor Malory.

—Doctor, de verdad que ya me siento mejor y usted no que es de emergencias ¿Qué hace aquí?— y ahí lo recordé, fue el doctor que me sacó de la sala cuando estaban atendiendo a mi hijo.

—Es que supe que seguías internado y quise pasar a verte ¿No puedo?

—No, no puede— mi hijo se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—Niccola Piaggio que forma es esa de tratar al doctor.

—Emery, Liam Emery, señora Piaggio.

—Un gusto doctor y gracias por ayudar a mi hijo.

— Él no hizo nada más que mirarte de pies a cabeza como un bobo— masculla entre dientes mi pequeño y vuelve a su postura molesta.

—Discúlpelo doctor, es que Nicco no está acostumbrado a estar en un hospital y…

—¡Nathan, volviste!— la cara de mi pequeño cambió radicalmente al ver a su doctor que venía con el colega al que le escuché hablar de mafiosos, por lo que se encendieron mis alarmas.

—Hola amigo, mira te quería presentar a mi jefe y gran amigo el doctor Bruno Cicarelli.

—Ciao Piccolo ¿come estai? (hola pequeño ¿cómo estás?)

—Salve dottore, mi sento un po’ meglio (hola doctor, me siento un poco mejor)

—Ottimo, vedrai che tutto andrà bene dopo l’operazione. (eso es genial, ya verás que todo saldrá bien después de tu operación)

—Señora Piaggio, es un placer por fin conocerla— me saluda el doctor dándome la mano y yo la acepto, no sé por qué pero su tono alegre y amable me infundieron confianza y creo que ahora que lo noto mejor lo he visto en el restaurante.

—Muchas gracias a ustedes por preocuparse por mi Niccola.

—Es nuestro deber y también un gusto tener a un paciente tan distinguido en nuestro hospital— le dice mientras le guiña un ojo a mi bebé quién se ríe suavecito para no ahogarse—. Por lo pronto quiero que estés tranquilo y le hagas caso en todo a la doctora Scott y a este idiota, ¿me lo prometes?

—Por supuesto doctor, quiero salir de aquí sano y bien para que mi mamá no pase más sustos.

—Eso, me parece muy bien que pienses así. A propósito ¿Qué haces aquí Emery?—con tanto hombre guapo se me había olvidado que estaba aquí viendo a mi hijo, ¡qué vergüenza!

—Oh, pues nada, sólo vine a saber como se encontraba el niño, pero veo que ya está mejor, así que me retiro.

—Eso, vuelve a tu cueva de forajidos de donde no debiste salir—el doctor que había hablado en italiano le dio un zape al doctor Malory que nos dejó a todos con la boca abierta—. Auch, eso dolió.

—Nathan…

—Lo siento, es bueno verte por aquí, saludando a mis pacientes querido Emery.

—Idiota…—masculla entre dientes el doctor Emery.

—Imbécil…— le retruca el doctor Malory..

—Pues ya me voy, fue un gusto haberla visto señora Piaggio.

—Igualmente doctor— el doctor se despidió de mí tomando mi mano dando un beso en el dorso de esta y tanto mi hijo como el doctor Malory gruñeron al ver su actitud, en cambio yo estaba descolocada y no entendía nada. Para cuándo el doctor Emery se había retirado el doctor Cicarelli se acercó a mí y me pidió salir al pasillo, tocó mi hombro y me habló.

—Ya Val me comentó tu situación, quédate tranquila que nosotros los protegeremos.

—Gra… Gracias doctor, perdón por tener que importunarlos.

—No te preocupes, ya estamos acostumbrados, algún día, si tienes tiempo puedes escuchar nuestras historias y sabrás que aceptar nuestra ayuda es la mejor decisión que has tomado.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP