Capítulo 2

— No, Lucrecia, voy a casarme, a Eduardo ya no podré encontrarlo — logré decir totalmente absorta

— No lo hagas, Mary — Me advirtió — No te puedes casar sin amor

— La palabra boda me aterra, Lucrecia, me hace remover mi pasado y otra vez pensar en Eduardo, hoy lo necesito tanto, sé que si viviera conmigo nada de esto estaría pasando, pero se fue por culpa de mi padre que ahora ha muerto y no me dejó ni una sola pista del lugar al que lo obligó a irse, y sé que ya no podré encontrarlo — Dije llorando y completamente desesperada

 — Algún día podrán reencontrarse, tengo en mí un presentimiento que me lo grita — Comentó Lucrecia para que me tranquilizara, ella creía mucho en las casualidades

 — Ya no hay esperanza, Lucrecia, todo ha muerto con mi padre, incluso mi propia vida, que más que vida parece muerte — Alegué completamente frustrada y agotada de vivir esperando que algo bueno me sucediera

 La luz de la sala era tenue que yo ya me veía cubierta de negro, así me sentía el alma completamente llena de luto desde el día en que mi padre me había arrebatado la felicidad, otro dolor no era nada relevante en mi vida, pues yo ya no sentía nada.

 — Ya está todo listo, Mary — Gritó  Magaly desde afuera, tragué grueso para no pensar en eso que había dicho Lucrecia

Salí de prisa, con mis botas negras de tacón bajo, jeans, blusa y abrigo negro, mi pelo rubio se miraba más iluminado provocando mayor palidez en mi cara. Me subí al auto sin decirle nada, debía buscar el momento correcto para preguntarle sobre Eduardo.

— ¿Acaso no querías a tu padre? Ni siquiera has sido capaz de llorar y estoy impactada — Preguntó Magaly  tras llegar a la funeraria, y luego de que me diera el dinero para comprar el ataúd y lo llevara con los de la  funeraria y le pidiera a los muchachos que me ayudaran a  colocar el cuerpo sin mostrar ninguna compasión, sin siquiera tocarlo o lamentarme.

 — Hay sucesos que no merecen tantas lágrimas — Agregué con la voz fría

 — Nadie tiene culpa de tus desgracias, Mary, te has vuelto tan frívola — Añadió provocándome, escucharla defender a mi padre, me hizo comprender las palabras de Lucrecia y sospechar todavía más

 — Aunque no lo creas el causante de mis desgracias es por quien estás abogando — Le grité pues ya me había colmado la paciencia — Vámonos ahora mismo, al mal paso darle prisa — Le ordené

Magaly se sintió absorta por mi actitud que nunca había conocido, pues toda la vida me había reprimido ante las injusticias y los malos comentarios, impidiendo que me defendiera. Llegamos rápidamente a casa, donde ya Lucrecia había preparado el lugar concreto donde colocar el sarcófago.

!Ojalá estuvieras aquí, Eduardo, no me sentiría tan desolada! — Pensé mientras miraba el ataúd y me acariciaba el antebrazo  con mis propias manos.

Amaneció tan pronto que la noche me pareció corta, fue un momento en el que solo pude pensar en el después y no en lo que realmente estaba pasando. La única que lloraba era Magaly, yo ya estaba vaciada de llanto, no tenía ni fuerzas para eso

— Piénsalo, ninguna empleada lloraría tanto por alguien que solo fue su jefe — Agregó Lucrecia para insistir en que ella había sido su amante

Lucrecia y yo nos miramos reconociendo nuestros pensamientos después de ver a Magaly desvanecerse de dolor en una de las sillas,  entonces mi desprecio contra ella aumentó porque lo más probable es que ella conocía muy bien lo que había sucedido con Eduardo, y ahora me veía completamente imposibilitada de encontrar las pruebas en la empresa que era el único lugar donde mi padre tenía guardado absolutamente todos los documentos en los que posiblemente debía estar algo que me diera pisas sobre el lugar donde podía encontrar a Eduardo.

Después del entierro de mi padre, solo necesitaba gritarle a esa mujer, pedirle una explicación, ella tendría que saberlo.

— Querías mucho a mi padre, eh Magaly — La intercepté antes que se subiera a su jeep

 — Claro, Mary, fue el hombre que me tendió la mano cuando más lo necesitaba — Contestó con temor  

— Así que mi padre fue bueno contigo — Comenté irónicamente

 — Sí, Mary, durante estos años que laboré con él, nos hicimos buenos amigos — Aclaró y la palabra amigos la resonó muy fuerte, yo sentía que el enojo empezaba apoderarse de mí nuevamente, y que quería gritarle que me dijera la verdad pero Lucrecia me halaba el brazo intentando controlarme. -¿Necesitas algo más? — Preguntó Magaly igual de nerviosa

 — Sí, muchas cosas necesito, Magaly - Dije con la voz casi seca de furia — necesito por favor me entregues las llaves de cada uno de los archivos que hay en la  oficina de mi padre, necesito revisar todos los documentos para poder ver de qué manera soluciono lo de la deuda - Dije ya con total formalidad asumiendo mi papel de dueña

 — Pero... es que eso yo no lo poseo — Aseguró nerviosa

— Entonces quién lo tiene, carajo, cómo pretenden que yo asuma esa responsabilidad, si todo lo que está en la empresa se encuentra bajo llave — Contesté elevando la voz

— Búscala entre sus cosas personales, él siempre dijo que esos archivos no podrían ser abiertos por nadie mientras estuviera vivo, por lo cual Mary, yo siendo únicamente su empleada, sería la última persona en tenerlas — Aclaró y sentí seguridad en sus palabras

— ummm, una simple empleada, eso o si amante, Magaly — Inquirí sin ánimos de detenerme, pues estaba completamente abrumada por la situación y quería encontrar al menos una de las respuestas que atormentaban mi vida, Lucrecia me miró absorta, sabiendo que esto no me convenía en absolutamente nada.

 — Como te dije ayer, Mary, no descargues tu furia encima de quienes no te hemos lastimado, deshazte ya de ese escudo que ocupas de defensa ante cualquier situación, te solicito respeto para mi persona — Dijo fingiendo serenidad

 — Llevo años buscando a la amante de mi padre, y es raro que en este momento siga sin aparecer, y a mí me parece que la única mujer que se lamentó por su muerte fuiste tú — Dije dispuesta a encontrar la verdad

Magaly empezó a llorar como una Magdalena, y eso solo me demostró que se sentía al descubierto.

 — Vamos anda, dime la verdad, no te haré nada, al fin de cuentas tú no tienes la culpa de las acciones de ese ser tan déspota — Inquirí para que de una vez por todas me dijera

 — He amado a tu padre desde hace mucho tiempo, Mary, por Dios perdóname — Me suplicó entre llanto

 — Este no es momento para perdones, el sufrimiento de mi madre y mi dolor nadie me lo va a quitar ni siquiera tus lágrimas, solamente necesito la verdad, estoy harta de vivir en la mentira y tú tienes muchas cosas que explicarme — Aclaré con serenidad para obtener de ella lo que quería

 — Haré por ti lo que sea, Mary, pero las llaves del archivo no las tengo, sin embargo ahí solo encontrarás papeles que no son tan necesarios — dijo calmando su llanto

 — Papeles por ejemplo como el contrato con el papá de Eduardo, papeles como los que indican dónde está - Alegué con ironía

— No lo sé, Mary, esos son asuntos de Ernesto que nunca conocí

 — Si lo sabes, Magaly, no te hagas la santa conmigo, tú eras la única mujer capaz de doblegar a mi padre, eso lo sé desde que mamá y yo nos enteramos que tenía una amante, así que es claro que tú sabes todo lo que él hacía, es lo único que te pediré y te juro que te dejo en paz - Rogué

 — Cuando prometí que estaría a tu lado, Mary, es porque aunque tú ahora me odies por el daño que le causé a tu familia, yo sí te tengo cariño y sincero, y todos estos años he vivido callando por amor a tu padre, tú entiendes bien eso del amor y cómo nos ciega, pero ahora él se ha ido y es momento para que tú rehagas tu vida y sigas adelante, después de todo solo deseo que estés completamente bien — Comentó limpiándose las lágrimas

— Tú sabes dónde está Eduardo, es lo único que necesito saber de ti, m*****a sea, dime ya — Afirmé mirándole a los ojos mientras las lágrimas rodaban por mi cara, supongo que eso le causó lástima y al cabo de un rato me contestó Completamente nerviosa

 — Sé adónde lo mandó tu padre pero no sé adónde se encuentra actualmente  — Dijo casi deletreando cada palabra

 — Entonces dime, de una vez por todas, no la hagas más larga, que ya suficiente he vivido engañada diez años — Grité desesperada, por primera vez en diez años, miraba un rayo de luz en medio de mi desdicha

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