Capítulo 6

Después de un mes en el que intenté mantener mi vida a pesar del enorme sufrimiento, recibí una carta del señor Liam, una amenaza más para obligarme a casar con su hijo. No me quedó otra opción que pedirle a Luis que me diera el dinero suficiente para viajar a California, y que hiciera los trámites correspondientes para eso.

Unos días después todo estaba listo, yo misma me dispuse a buscar mi muerte, era la única opción que quedaba

Durante el viaje me dediqué a revisar las indicaciones que Luis me había dado para llegar a la empresa del señor Liam, doce horas de vuelo fueron completamente agotantes, los pies me dolían, pues iba vestida como toda una pueblerina o aldeana, pantalones vaqueros, blusa y corsé negro, y unas botas tacón fino !Mala elección!

En el aeropuerto de california le pregunté a la gente qué tren debía tomar para cumplir con exactitud la dirección que llevaba, fue esa la única forma de salvarme y abordar correctamente el vagón que me mostraría la luz al final del túnel de mi vida, imaginaba la cara del señor Liam, y la de su hijo Páter, mientras viajaba idealizaba mi plan para convencerlo de reanudar el contrato y a la vez pensaba en las posibilidades de buscar un trabajo en caso de que  lograra convencerlo  y me quedara sin empresa.

Muchas ideas descabelladas por mi mente, incluso llegué a verme como toda una señora casada y afortunada, recibiendo todas las noches a un bohemio tomador y engañador de mujeres, y yo encontrándome a escondidas con Eduardo. En verdad mi vida era o sería de locos después de firmar ese contrato.

Suponía que Páter debía ser de piel blanca y pelirrojo, completamente lleno de pecas y de ojos amarillos, eso lo deducía por su peculiar nombre, y entonces también me imaginaba que si me casaba con él y teníamos hijos serían completamente rubios, al contrario de lo que serían si me hubiese casado con Eduardo.

Sentía que el pecho se me salía del corazón, cuando finalmente me bajé del tren y tomé un taxi con dirección a la empresa BerryMex, dando las indicaciones  en el papel que Luis me había dado, ahí estaba escrita en inglés, y se la entregué al chofer para que lo entendiera pues yo no sabía ese idioma y en verdad eso me aterraba, realmente lo que Luis había hecho por mí no se pagaba con nada, me había salvado la vida.

Mis pies empezaron a temblar cuando por fin tuve frente a mí la puerta de la famosa empresa, que también se dedicaba al procesamiento de fresa pero que a diferencia de la de mi padre esta si tenía la iniciativa de velar por la salud y educación de sus trabajadores, según me había contado Luis durante la mañana, eso ayudó a tener menos miedo, pues al parecer después de todo el Señor Liam no era tan malvado.

Crucé la enorme puerta de vidrio, que tenía un rótulo con la palabra WELCOME, mi corazón latía a mil. La recepcionista me miró completamente absorta,  mientras me determinaba de pies a cabeza, posiblemente por lo ridícula que se veía mi ropa comparada con la suya.

- Bueno días, Soy Mary Carmen García  López, hija del señor Ernesto Miguel García Martínez, dueño de la exportadora española Delifresas - Dije completamente acelerada por el cansancio y miedo

-  Buenos días, Señorita, permítame constatar su nombre en la agenda de visita - Contestó la mujer en un pésimo español, era una norteamericana haciendo su mayor esfuerzo por responderme en mi idioma

- No, es que no agendé mi visita, necesito hablar con el señor Liam o con su hijo Páter, debido a un asunto familiar - aclaré ya un poco más calmada por la amabilidad de la joven

- Oh, lo lamento, pero esta empresa no pertenece al señor Liam, temo a que se ha equivocado - Aseguró con sumo respeto, sus palabras me calcinaron el alma, me sentí nuevamente engañada.

- Me han dado esta dirección - alegué mostrando el papel con el texto en inglés que Luis me había dado

- Sí, tiene la misma dirección y el nombre de nuestra empresa, pero su dueño no es Liam - Alegó mirándome completamente confundida

- Mi padre se ha comunicado con él a través de cartas - Expliqué mostrándole la última que me había enviado

- Oh, debe ser una confusión de nombres, permítame hablarlo con el CEO e inmediatamente soluciono esto - Aclaró la mujer mientras caminaba hacia el segundo piso

Mi cabeza daba vueltas, me sentía infinitamente mareada - Como mi padre me haya líado en una mentira más, juro que vendo esa piltrafa de empresa y me largo con mi Lucrecia lejos de ese pueblo - Pensé con ira cuando de pronto escuché voces del piso de arriba, que se me era difícil descifrar

- !Mary, has dicho Mary García! - Repetía la voz masculina, que me costó mucho entender

- Sí una española - Contestó la secretaria

Y después no escuché más

- !Madre de mi vida, qué está pasando! - Me dije, completamente perpleja en medio de la enorme  oficina - En qué lío me metí.

Luego un completo silencio embargó el sitio, por momentos se oía  a un hombre suspirar tan fuerte, o como  si estuviera sollozando, al compás del ruido que pueden hacer un montón de papeles cuando se coloca uno encima del otro, o cuando volteamos una página  y cae suavemente encima de la otra.

Yo temblaba de miedo, un escalofrío me corría por los brazos, y hacía que mis vellos se elevaran como si hubiese demasiado frío.  Sentí miedo y pensé que lo mejor era huir, me levanté de prisa en dirección a la salida, mientras escuchaba unos pasos ligeros que bajaban las escaleras.

Crucé la puerta con rotundo miedo, completamente decidida a marcharme, aunque ni siquiera sabía adónde iría, pero estaba convencida que haber llegado a ese sitio no había sido buena idea, que estaba claro que todo se trataba de una mala jugada de mi padre.

Las calles parecían atormentadas así como sentía mi corazón, pensaba que mi vida de mujer sufrida cambiaría solo si tuviese la oportunidad de escuchar de nuevo la voz de Eduardo, esa que intentaba recordar cada noche, creía que oír tan solo mi nombre en esa voz cambiaría todo, pero esa ilusión era tan imposible como cambiar el color del semáforo cuando uno quisiera cruzar a la otra calle.

Caminé rápidamente hasta que  de pronto no existía el ruido ni el silencio, me quedé absorta, intentando convencerme que mi dolor me  había llevado a un estado de imaginación muy amplio, hasta que lentamente volteé cuando escuché por segunda vez

- Mary, Mary, no te vayas

- ¿Eres tú? - pregunté con los ojos brillantes...

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