Luciana, todavía abrazada al saco que la envolvía en su aroma, alzó lentamente una mano y acarició la mejilla de Dylan, rozándola con la yema de sus dedos.
Él cerró los ojos por un segundo, entregándose al tacto cálido y suave.
Sin pensarlo demasiado, Luciana se inclinó hacia él y rozó sus labios con los suyos en un beso que comenzó como una tímida caricia… pero que pronto se profundizó, cargado de sentimientos que ninguno de los dos podía ya seguir negando.
Cuando se separaron apenas unos milímetros, ambos respiraban agitados, sus frentes juntas.
Luciana tomó su mano con decisión y, sin decir una palabra, lo guió hacia su habitación.
Dylan la siguió sin dudar, su pecho latiendo con fuerza, como si cada paso fuera una promesa silenciosa.
La habitación estaba tenuemente iluminada por la luz de la ciudad que se filtraba entre las cortinas.
Sin mediar palabras, sus cuerpos se encontraron nuevamente, despojándose de las pocas barreras físicas que quedaban entre ellos.
Cada caricia