Guille
Dejamos a Juana en la puerta de la escuela. Ella me abrazó rápido y corrió hacia la entrada con la mochila rebotando en la espalda. Gala la siguió con la mirada, sonriendo.
El camino hacia su universidad se me hizo demasiado corto. No quería soltarla todavía, pero el edificio apareció frente a nosotros con los estudiantes entrando y saliendo, cargando carpetas, risas y conversaciones triviales.
Detuve el auto frente a la entrada. Varios ojos se giraron hacia nosotros. O mejor dicho, hacia ella. Algunos tipos la miraban con sus impresionantes sonrisas, haciéndole ojitos.
La sangre me hervió al instante.
Apagué el motor en el momento que ella se bajó del auto. Vi cómo algunos descarados la miraban y murmuraban con sonrisas pervertidas. No iba a tolerar eso.
Bajé detrás de ella y la detuve.
—Ven acá —murmuré, sujetándola de la nuca con mi otra mano en su cintura.
Sin pensarlo, la besé. No fue un beso suave ni disimulado. Fue firme, posesivo, dejando claro frente a todos que ella