(Narrado por Valentina)
Siempre supe que la sangre de mi padre era la que dominaba en mis venas. No era solo el pelo azabache y los ojos gris acero. No. Era algo más profundo, una resonancia en el alma. Un eco de trueno en la distancia que anunciaba la tormenta. A veces, me miraba en el espejo y no veía a Valentina, la hija mayor, la heredera en prácticas. Veía el reflejo fantasmal de Luca Moretti, el "Diablo", observándome, midiendo cada uno de mis gestos, esperando a que la leona mostrase sus garras.
A los veinticinco años, la paciencia no era una virtud; era una losa. Una celda con barrotes de oro y seda en la que me habían encerrado con la etiqueta de "princesa". Pero yo no quería un trono que me regalasen. Lo quería conquistar. Quería que cada baldosa de este imperio que mis antepasados construyeron con sus propias manos—manchas de barro, sudor y sangre—llevase también la huella de mis nudillos.
—Estás obsesionada, Val. Es insano.
La voz de Gabriel me sacó de mis pensamientos