Jennifer no salió de su apartamento a la mañana siguiente. Ni a comprar comida, ni a tomar aire. Se sentó acurrucada en el sofá, abrazando las rodillas contra el pecho, los ojos hinchados, el cabello desordenado, esperando el golpe que nunca llegó.
Su teléfono se iluminó cinco veces —Vincent Moretti— y cada vez lo dejó sonar hasta que el silencio se burlaba de ella. Se había hecho una promesa: mantenerse alejada. Él era peligroso, aunque su sonrisa intentara demostrar lo contrario.
Al caer la tarde, la televisión traicionó su determinación. La pantalla se iluminó con un panel en vivo: el rostro de Vincent junto al de Tracy. Las voces de los presentadores llevaban veneno. Escándalo de divorcio de millonario toma nuevo giro —mujer misteriosa vista junto a la piscina.
Su sangre se heló. La foto borrosa de su vestido rojo, de la noche que juró olvidar, apareció en la pantalla. “¿Quién es ella?” se burló uno de los reporteros, sonriendo a la cámara. “¿Y por qué se parece exactamente a la m