Los días continuaron su curso. Demian se encontraba en su oficina, sumergido entre montones de documentos y contratos que parecían no tener fin. La tarde avanzaba lentamente, el tic tac del reloj resonaba en la estancia silenciosa, cuando de pronto su teléfono comenzó a vibrar sobre el escritorio. Al ver el nombre en la pantalla, una sonrisa automática se dibujó en su rostro: era Mariam.
Contestó de inmediato.
—Amor —dijo él con voz cálida.
Del otro lado escuchó la melodiosa voz de su esposa.
—Solo quería desearte una linda tarde. Estoy con Sofia, iremos de compras. —Hizo una pausa, bajando un poco el tono de su voz—. Quizás compre algo especial para ti… una lencería sexy.
Demian sintió un cosquilleo recorrerle el cuerpo. La sola idea lo hizo enderezarse en la silla.
—Entonces volveré más temprano esta noche —respondió, con una sonrisa que no podía ocultar.
—Te amo —susurró ella.
—Y yo más a ti, cielo.
La llamada se cortó y Demian quedó unos segundos mirando la pantalla apagada del te