Demian estaba molesto, pero no era el tipo de rabia que grita o destruye cosas. Era ese tipo de enojo que arde por dentro como una tormenta silenciosa.
Una ira peligrosa.
Porque cuando él estaba en calma, era cuando más peligro representaba.
Solo él sabía cómo se sentía perder a alguien tan leal como Lucas. Un amigo fiel que siempre estuvo para él, incluso cuando su propio mundo se venía abajo.
Murió por su culpa, por la cobardía de otros.
Y eso lo iba a perseguir toda la vida.
Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, el ambiente era denso, pesado, como si el aire se negara a entrar en los pulmones.
El velorio de Lucas se llevaba a cabo en una funeraria elegante pero sombría, de esas que maquillan la muerte, pero no la disimulan.
Sofía estaba de pie, firme, con unas gafas negras que ocultaban sus ojos, aunque no su tristeza.
Sentía una opresión horrible en el pecho, una mezcla de rabia, culpa y desolación. Lucas era parte de su familia, y ahora estaba en ese ataúd por culpa de la a