Rolando se sentó en la silla del estrado con paso firme, pero el peso de sus actos parecía notarse en cada movimiento. Sus manos temblaban levemente mientras colocaba la palma derecha sobre la Biblia y juraba decir la verdad. Respiró profundamente, como si ese aire fuera lo último puro que iba a tener en mucho tiempo. La sala entera estaba en silencio absoluto, todos los ojos puestos sobre él.
—Soy culpable —dijo con voz firme, mirando directamente a Demian—. No vengo a justificarme, solo a confesar la verdad.
Un murmullo se alzó por segundos entre los presentes. Nadie esperaba que fuera tan directo, mucho menos con la presencia de Kitty tan cerca. Él no la miró, no desvió ni un segundo la atención de su testimonio.
—Robé dinero de la empresa. Me aproveché de la confianza que me tenían… y lo hice varias veces —confesó, bajando la cabeza por un momento antes de continuar—. Claudia robo esos documentos y se los entrego a Demian. Por ese motivo….
Guardó silencio unos segundos, como si el