La tarde comenzaba a caer. La luz del sol se filtraba tímidamente por las cortinas blancas de la habitación. Kitty estaba de pie, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Su rabia era tan evidente como el maquillaje impecable que adornaba su rostro. Ver a su prima vestida con ropa costosa, esos zapatos de diseñador que seguramente no podía pagar ni en sus sueños de pobre, la hacía hervir por dentro.
—Ella no merece lo que tiene —escupió con desprecio—. Es solo una muerta de hambre que juega a ser fina.
—Tú renunciaste a este matrimonio, ¿lo olvidas? —replicó su madre desde el sillón.
Kitty bufó, frustrada.
—Lo sé. Pero mi reputación estaba en juego —dijo con fastidio, clavando las uñas en la palma de su mano—. Si la cirugía es un éxito… tendré que buscar la manera de conquistar a Demian Thompson.
—No te preocupes, hija —intervino su padre con tono adulador—. Eres más hermosa que ella. Conseguirás lo que quieras.
Esas palabras encendieron una chispa de satisfacción en su interior. K