—Yo... —intenta decir, visiblemente nerviosa.
—Habla.
—Es solo que... bailamos, bebimos juntos, ¡pero no pasó nada! —responde molesta, aunque ni ella misma se lo cree.
—¡Ah, claro! Porque me ofendería si me mintieras, tu mejor amiga —la reprocho, usando sus propias palabras en su contra.
—¡Ah, maldita sea! ¡Te lo voy a contar todo! —exclama, pasándose las manos por el cabello.
—¿Y entonces?
—Él y yo... —intenta formular, pero no termina la frase.
—Continúa.
—Él y yo... lo hicimos, dormimos juntos. ¡Ya está, lo admití! ¡Y espero que jamás se lo cuentes a nadie en tu vida!
—¡Oh, por Dios! “No me gusta el primo de tu novio, Juliette”, “no es para mí” —repito imitando su voz, recordando todo lo que me había dicho antes.
—No exageres —dice, con las mejillas sonrojadas de vergüenza, y le doy un leve codazo en el brazo.
—Has probado tus propias palabras, querida amiga.
—Basta, no te lo confesé para que te burlaras de mí.
—Y no me burlo, solo quiero saber en qué nos deja esto ahora. Quiero de