Vincent
Mauro, con sus habilidades, logró abrir la puerta. Al parecer, esta casa no tenía mucha seguridad. Entramos lentamente a la habitación y vi a mi primo.
—¡Gérard! Qué alegría, ¿cómo te sientes?
—Vincent, nunca había estado tan feliz de verte. Me siento fatal; casi no he comido ni bebido agua. Estoy un poco débil.
—Señor Durand, voy a desatarlo. Lo mejor sería que usted y el señor Vincent salgan de inmediato de esta casa. Mis colegas y yo nos encargaremos de estos criminales.
—No creo que eso sea posible.
Nos giramos y vimos a Damien sosteniendo un arma. Sin pensarlo, disparó contra Gérard. La bala lo alcanzó muy cerca del corazón.
El oficial Mauro reaccionó de inmediato y le disparó en la pierna, dejándolo inmovilizado. Yo hubiera preferido que lo matara; estaba a punto de hacerlo con mis propias manos.
—¡Imposible! Gérard, háblame, primo, respóndeme —traté de moverlo, pero no reaccionaba.
Pronto llegaron los otros dos oficiales y rodearon a Damien, que había planeado escapar.