Me quedé mirando la foto de la señora Durand; era extremadamente hermosa y, efectivamente, Gérard era su viva imagen, sobre todo por esos mismos ojos verdes.
—Tienes razón, te pareces mucho a ella —le dije con una sonrisa.
—Mira, aquí hay una foto de ellos cuando eran jóvenes. Mi papá me contó que llevaban dos meses casados; se les veía muy felices.
Miré la foto de sus padres; vaya, los dos eran muy guapos.
Ahora entendía por qué Gérard era tan guapo, pero su padre me llamó la atención. Era una sensación extraña; me recordaba a mi hermana Sophie, sobre todo por sus ojos.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.
—Julie, ¿te pasa algo? —Gérard me miró, preocupado.
—No es nada, solo estoy pensando. ¿Tienes alguna foto de tu hermana?
—No hay fotos de ella en esta casa; de hecho, hay pocas fotos, pero están en casa de mi abuelo.
—¿Por qué?
—El abuelo Simon adoraba a Paula y le dolía mucho ver sus fotos, así que decidió quedárselas mientras superaba su muerte, pero el tiempo pasó y nunca las