Intenté dormir, pero fue imposible.
No entendía la actitud de mi hermana. Necesitaba preguntarle a Gérard si había investigado algo.
Sus palabras y su comportamiento me dolían, y si mi falso prometido podía darme un poco de tranquilidad, le estaría eternamente agradecida.
Al día siguiente, tomé el teléfono y marqué su número.
—Julie, me alegra que me llames. Ayer tuvimos una velada increíble; el abuelo estaba muy feliz —escuchar su voz ya me hacía sonreír.
—Me alegra que lo digas. Por cierto, quería invitarte a tomar un café. ¿Tienes tiempo?
—Para ti siempre tengo tiempo, Julie. Pasaré a recogerte.
—Está bien, nos vemos esta tarde.
Me acerqué a mi madre para contarle mis planes.
—Mamá, voy a salir con Gérard. Ya me espera afuera de la casa.
—De acuerdo, hija, te veré esta noche.
El timbre sonó, y cuando abrí la puerta, sonreí tímidamente al ver al apuesto hombre en el umbral.
—Hola.
—¿Solo un simple hola? —se acercó lentamente y me dio un beso, que se volvió cada vez más intenso.
Lo a