Gérard
—No cabe duda de que es Juliette de niña; su mirada es inconfundible, y la pequeña a su lado guarda un gran parecido —dije pensativo, analizando a las dos niñas—. ¿Qué más le contó esta señora?
—Me dijo que, dos semanas después, como de costumbre, estaba esperando que trajeran a Juliette para cuidarla, pero nunca llegó. Se preocupó y por la tarde decidió ir a su casa. Cuando abrió la puerta, vio a Juliette jugando con una niña de unos seis años. La señora Moreau no la dejó entrar y le dijo que estaba ocupada, luego cerró la puerta.
—¿Podría ser esa niña la Sophie que conocemos hoy?
—Tal vez. Además, me contó que al día siguiente decidió visitarlos de nuevo para asegurarse de que estuvieran bien, pero ya se habían mudado y nunca volvió a saber de ellos.
—Esta historia se vuelve cada vez más extraña —murmuré, perdido en mis pensamientos.
¿De dónde había salido esa niña que jugaba con Juliette? ¿Por qué los Moreau desaparecieron de repente del pueblo?
Todas esas preguntas daban vu