Pasaron dos días desde el accidente. Hellen se sentía mucho mejor, y Nicolás no se había separado ni un solo instante de su lado. Le llevaba la comida, la ayudaba a ducharse, le leía en voz baja por las noches y le acariciaba el cabello hasta que se dormía. Su trato era tan dulce, tan tierno, que ella no podía evitar sentirse profundamente amada.
—¿Te gustarían unas vacaciones? —preguntó él una tarde, mientras le ofrecía una taza de té.
Hellen dejó la taza a un lado y lo miró con cierta sorpresa.
—¿Y la empresa? ¿Los problemas? —inquirió con preocupación.
Nicolás sonrió al ver que su esposa aún pensaba en todo, incluso estando convaleciente.
—Tú eres más importante que la empresa. Tú y nuestros hijos son todo para mí —respondió con sinceridad.
Hellen sonrió suavemente al escuchar sus palabras.
—Lo sé —murmuró, conmovida.
—Solo una semana, amor. Todo está bajo control. Michael y Cecilia se encargarán de la empresa, y mi padre está dispuesto a tomar mi lugar por unos días. Incluso tus p