Julio estaba en su departamento, con una taza de café humeante en la mano, mientras observaba las noticias en la televisión. Su mirada no se despegaba de la pantalla. Una reportera hablaba sobre la misteriosa muerte de una mujer en un restaurante del centro. Mencionaban que las autoridades estaban investigando un posible envenenamiento.
Una sonrisa lenta y oscura se dibujó en sus labios.
—Así es como se maneja un problema —murmuró para sí mismo, complacido.
Sabía que si Katerin abría la boca, podría arrastrarlo a la ruina, y eso no era una opción. Había demasiada información comprometedora flotando entre sus manos. Robar información de la empresa era un delito grave, y lo que peor le sabía era que gran parte de ese material ya había sido filtrado en redes. Era cuestión de tiempo antes de que alguien atara cabos.
Pero ahora… ella estaba muerta. Un obstáculo menos.
Julio dejó la taza sobre la mesa, se levantó y caminó hacia la ventana. Desde el piso dieciocho, la ciudad parecía tranquil