Cecilia había estado analizando cada movimiento desde las sombras, con paciencia. Sabía que en toda partida de ajedrez hay piezas débiles, piezas que pueden quebrarse bajo presión. Y Katerin era una de ellas. Por eso, movió sus influencias para convocarla a una reunión "casual", sin levantar sospechas.
Katerin llegó al elegante café de la ciudad sin imaginar lo que le esperaba. Llevaba una blusa entallada y su clásico aire arrogante, ese que usaba como escudo para esconder su nerviosismo. Se sentó en una mesa al fondo, cruzando las piernas y sacando su celular como si nada importara.
Pasaron solo unos minutos cuando la vio llegar.
Hellen.
Su presencia era imponente, vestida con elegancia y con ese brillo en los ojos que solo da la furia contenida. Caminó directo hacia ella, y Katerin no pudo evitar torcer los labios con disgusto.
—Sé que trabajas para Julio. —disparó Hellen sin rodeos, sentándose frente a ella con una expresión fría.
Katerin la miró con molestia, manteniendo la calma.